EN PERSPECTIVA

Cuando Loles León rebuscaba en los cubos de basura de los famosos (y lo que delata de la televisión)

Así se construye un gran momento de éxito en prime time.

Loles León en el contenedor de los Thyssen
Loles León en el contenedor de los Thyssen
RTVE

Loles León ha sido jurado de 'MasterChef' por un día. Y no un día cualquiera, ha sido el día de Navidad, en el que la tele pública ha emitido la edición especial que su talent gastronómico ha dedicado a los abuelos. Arrolladora ha estado Loles, con su fuerza televisiva habitual que se sustenta en ese atrevimiento del cabaret imprevisible. Cabaret enérgico, mordaz, directo, sarcástico y con un punto sexual, que pocas veces se muerde la lengua. Habla como el espectador está pensando en su sofá. No entiende de clichés, de lo que es fino y lo que no.

Con esa habilidad para descolocar, la trayectoria de Loles León ha dejado grandes momentos para la historia de TVE. Ahora quizá sería la presentadora perfecta de un programa de cocina, ya que, además de guisar, cuenta con esa habilidad para llenar cada segundo de televisión con generosa verborrea dialéctica. No es nada nuevo, en los comienzos de la década de los noventa fue de invitada a la primera temporada de 'Hola Raffaella' y su desparpajo entusiasmó a Raffaella Carrà. Le sacaba la sonrisa por sorpresa, pillándola desprevenida. Y eso es un valor en televisión. Carrà lo vio tan claro, que la fichó y se quedó fija.

Al principio, la función de Loles en el programa no tenía cometido fijo. Hasta que en la segunda etapa del recordado show español de Raffaella, la enviaron de reportera a casas de los famosos. Con su sarcasmo que lo relativiza todo, se iba hasta las puertas de las mansiones e intentaba entrar engatusando al personal de seguridad o de servicio. Armada con su seductora ingenuidad, sacaba información incluso al servicio de las vecinas de Isabel Preysler y las señoras contestaban con la misma ingenuidad. Aún éramos ajenos a la toxicidad de los programas del corazón que estaban por llegar y todos veían el programa de Raffaella, así que la gente de la calle era generosa, implicándose porque se había generado un vínculo de cariño con la artista italiana y ya también con León, que saltaba de las películas de Pedro Almodóvar a ser conocida por un público más masivo.

El primer reportaje callejero de Loles funcionó tan bien que se repitió a la semana siguiente. La gracia radicaba en que, en su mayor parte, no eran vídeos pactados de antemano, como se haría hoy. Se primaba de verdad lo imprevisible de tener a Loles en las puertas de las casas, tocando el timbre y esperando a ver qué pasaba, que podía ser lo que fuera. Así, acudían a las urbanizaciones de las celebrities para dejar que la suerte de lo inesperado hiciera de las suyas, sin preproducirlo. "No habéis avisado ni nada", decía sorprendido el secretario de Rocío Jurado, Juan de la Rosa, cuando se encontró al equipo en la puerta de la casa de 'La más grande' en La Moraleja. Eso era lo especial.

Y así brilló Loles de reportera. Pero, tras los primeros reportajes callejeros, había que hacer este espacio de 'Hola Raffaella' más grande. Un buen día, después de llamar al telefonillo de la mansión de los Thyssen e incluso conseguir que abrieran la puerta de la mansión el personal de la casa, León se puso a indagar en el cubo de basura de los barones. El programa daba un paso más allá y evolucionaba la sección con ingenio. "Según un estudio, en las basuras se conoce el estado anímico de sus propietarios", explicaba.

No era la basura de verdad, claro. Loles iba abriendo el cubo para sacar de su interior un ir y venir de atrezo cargado de ironías de guion que describían al famoso o a la famosa a través de la parodia de los matices del personaje. Detrás de aquello, estaba Juan Luis Iborra como hábil guionista que daba más chicha a la espontaneidad de la interpretación de Loles.

Y el programa supo potenciar esta grabación con mucha visión. Raffaella Carrà no veía el vídeo de cada semana hasta que se emitía en directo. Y mientras se emitía, se dejaban los micrófonos de plató abiertos para escuchar los comentarios que fluían de la química entre la propia Loles y de Carrà. De este modo, la grabación se enriquecía con las reacciones de la dama italiana de la televisión. Ella reaccionaba en directo y se escuchaba sus apostillas, lo que hacía aún más rico y adictivo este momento. El sonido captaba lo mucho que se divertía y disfrutaba Raffaella con Loles. Una Raffaella que no se cortaba con su particular humor, naif y corrosivo al mismo tiempo. Al fin y al cabo, ese ha sido siempre gran parte del secreto del éxito de Raffaella Carrà en televisión: su naturalidad hasta para bromear con rápida inteligencia y hasta no temer la autocrítica. Lo que propicia una gran empatía del público.

Qué importante el plano de reacción para enriquecer cada vídeo grabado. 'Hola Raffaella' ya lo hacía. Pero, además, qué crucial en televisión la generosidad para ser tan travieso como lo es el espectador. Eso lo tenía aquí Loles, y lo sigue teniendo. Tras la baronesa Thyseen abrieron los "cubos" de personalidades como La Duquesa de Alba o Rocío Jurado. Se convirtió en tal fenómeno esta sección, que decidieron convertirla en concurso. Ya no se decía de quién era el cubo de basura y con lo que se iba sacando de dentro, el público tenía que adivinar.

La primera semana, Prado del Rey se desbordó de cartas "a la atención de Loles". El programa cometió la ingenuidad de poner en pantalla la dirección genérica de TVE en vez de abrir un apartado de correos. Era la fuerza de aquella televisión que se podía permitir ser tan cómplice y no necesitaba las redes sociales para estar a la mañana siguiente en boca de todos, en las conversaciones de verdad, en las calles, en los bares, en las oficinas.

Se puede decir que la sección murió de éxito y se pudo aprender de ello, pues la idea se fue desvirtuando con el juego participativo y Loles quedó más atada al no desvelar desde el principio de quién era la basura que husmeaba. De esta manera, tenía menos posibilidades en su destreza de moverse a sus anchas por los alrededores de las casas reales de famosos. Porque el éxito de esta mítica sección delata que en televisión hay situaciones que no se pueden falsear, son más poderosas si dejas que el choque de la realidad engrandezca tu guion. Sobre todo, si ante la cámara tienes a alguien como Loles León, animal escénico que, décadas después, sigue demostrando que necesita pocos filtros para deslumbrar y que no se nos ocurra cambiar de canal si aparece ella. 

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