OPINION

Así David Broncano se ha estrenado en el primer 'late-late show' de España

Broncano, La Resistencia
Broncano, La Resistencia
Broncano, La Resistencia
Broncano en su noche de estreno.

Un sofá pegado a un escritorio, un fondo escénico que simula la silueta de una gran ciudad y un carismático maestro de ceremonias. Estos son los tres principales y tradicionales ingredientes de un programa de late night. En Estados Unidos, cada cadena tiene el suyo. Consideran este género como estandarte del canal, como símbolo de influencia. En cierto sentido, sucede igual que aquí con el Telediario: se trata de un programa que hay que tener por reputación más que por audiencia.

Tanta es la importancia del late night que los norteamericanos se sacaron de la manga el late-late night. Un formato más trasnochado que sirve para arropar el late night principal y, de paso, ser campo de experimentación. En un late-late-night, por ejemplo, se curtió en los años ochenta un joven David Letterman que fortalecía, por detrás, al gran padre de la televisión norteamericana, Johnny Carson.

Casi cuatro décadas después de aquellas noches en las que Carson y Letterman compartían comedia en la NBC, el late-late show llega a España de la mano de La Resistencia, que se ha instalado esta pasada noche en el canal Cero (#0), de Movistar Plus.

David Broncano ha sido el millennial elegido para tal cometido. El cómico se ha ganado a pulso este puesto tras curtirse mediaticamente en su programa de radio en la Cadena Ser, La Vida Moderna; su contrainforme semanal Locomundo -también en Cero (#0)- y sus intervenciones en Late Motiv con Andreu Buenafuente.

Si Letterman cogía el testigo de Carson cada noche, ahora hará lo mismo Broncano de Buenafuente. Y así Cero se hace más fuerte, ya que crea una consistente cita diaria con la comedia. No se estira un mismo producto, se invierte en dos espacios con personalidad diferenciada y, al mismo tiempo, se propicia una amplia franja horaria que será muy reconocible para un tipo de público que ansía en terminar la jornada con la imprevisibilidad de programas de entretenimiento de autor.

Sí, Broncano ya es un autor. Es más, parece que tiene muy claro el tono de su humor. Un humor sin miedo a los crecientes límites de la dictadura de lo políticamente correcto. De hecho, en su primer monólogo al frente de La Resistencia, este jueves, ya se ha atrevido con referencias a La Manada o al Chicle. Lo ha hecho con un toque inteligente. Porque el problema nunca debe ser lo que se trata, sino la forma en la que se trata. 

En forma y en fondo, el éxito de Broncano estriba en su capacidad de retratar nuestro tiempo a través de un puzle de reconocibles detalles y referencias culturales populares que no siempre todos ven. También en su habilidad a la hora de rodearse de un buen equipo. Se nota la mano de El Terrat, factoría de Buenafuente, ya en el mismo estreno.

Un programa sin colaboradores: un programa de personajes

En ese sentido, La Resistencia en su primera emisión no se ha quedado en comunicar su elenco de colaboradores y los ha presentando sutilmente: introduciendo el carácter de sus personajes secundarios, que irán definiendo las tramas del show. Porque un late-late show debe tener tramas que se mantengan en el tiempo. Y La Resistencia ya ha ido dibujando tramas en su estreno: el programa de este jueves ha sido un todo, imperfecto, pero un todo. No un ir y venir de secciones inconexas. 

Así, se ha introducido a los colaboradores estrella, Antonio Resines y Dani Rovira, como invitados estelares de la noche. Mientras que las identidades de los personajes fijos se han ido perfilando a través de conexiones que han insinuado el compás de lo que será el programa: el icono sexual -no reconocido- Jorge Ponce, la youtuber-arquitecta Ter, el salmantino Quequé, el hombre orquesta Grison o el incontrolable Ignatius Farray, que ha sido responsable del giro dramático final de la emisión. Porque los late night también deben tener giros dramáticos.

La Resistencia, por tanto, no caerá en la trampa del colaborador y tendrá directamente personajes que crecen con un buen guion. Y eso hace a la propuesta más atractiva. Empezando por aprovechar también al codirector (junto a Broncano) del programa, Ricardo Castella, que no está escondido detrás de un pinganillo y tiene una posición privilegiada en el escenario. Castella está de manera omnipresente cual apuntador: puede interrumpir, interactuar y, por tanto, dinamizar el show. Hasta enriquecer las entrevistas de Broncano. Es arte y parte. 

Otro elemento que aprovechará La Resistencia será su ubicación. El programa se produce desde el teatro Arlequín, un paraíso de moquetas y ácaros, lo que también define el tono del programa. Este teatro está en un sótano a medio camino entre el glamour de la Gran Vía y la oscuridad de la calle San Bernardo. Epicentro de lo mejor y lo peor de una ciudad que no duerme y que el programa ya ha exprimido, a su manera, en su estreno. Lo ha hecho saliendo a la calle en "directo" y hasta abandonando en una esquina al propio Buenafuente -productor del programa-.

La trama de Buenafuente, dejado por su pupilo en la calle, se podría haber desarrollado un poco más hasta el final de la emisión -quedó coja, sin un buen cierre-, pero supone un primer contacto con un escenario callejero que puede dar muchas posibilidades de guion. En La Resistencia los peatones de la Gran Vía pueden ser protagonistas fortuitos del programa. 

En un tiempo que los consumos de la televisión están cambiando, este tipo de formatos definen el rumbo que tornará la televisión tradicional, en sus canales lineales, con programas que acompañan al espectador, pues apetece vivirlos en directo y crean citas diarias en la programación. Aunque, después, también los puedas ver en diferido. Formatos que no funcionan como un simple contenedor de contenidos y buscan proyectar una historia con cierto riesgo narrativo e imaginativo. La Resistencia ya tiene estos mimbres. Ahora toca disfrutar la evolución.

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