OPINION

De Xuxa a Leticia Sabater: así empezó el declive de la televisión infantil

Xuxa
Xuxa

En 1992, Telecinco intentó potenciar su programación infantil con el fichaje de una estrella de la televisión de Brasil, Xuxa, que se instaló en España dispuesta a taladrar al personal con sus canciones con estribillos sin escapatoria. Un ejemplo: 'ilari lari eh, oh, oh, oh'. Era imposible quitarse aquellas melodías de la cabeza, aunque a los niños en realidad a Xuxa no les caía del todo bien.

Xuxa era la antítesis de la presentadora natural a la que ya estaba acostumbrada la audiencia infantil española, después de la espontaneidad de Miriam Díaz-Aroca al frente de un programa con trasfondo cultural como 'Cajón Desastre' o la transgresión de 'La Bola de Cristal.

Más allá de sus canciones, cuando presentaba, Xuxa parecía mirar al espectador desde una gélida torre de cristal. Pero daba igual, pues el programa estaba pensado para gustar más a los papás de los niños. Y no exactamente por su contenido.

Xuxa siguió haciendo programas con éxito en Latinoamérica y Estados Unidos, pero a España no volvió. Aquí no traspasó su personaje, pero su paso por Telecinco sí recuerda la importancia de que los programas infantiles construyan tramas con una doble lectura que atraiga tanto a niños y mayores a partes iguales. 

Esto mismo, malinterpretándolo, se lo aplicó Leticia Sabater -en sus shows. El más longevo fue 'Con mucha marcha' en La 2 de Televisión Española, que duró entre 1995 a 1999. 

Más básica y tosca, Leticia directamente asumió que estaba alimentando la sexualidad de toda la audiencia gracias a sus clases de gimnasia a primera hora de la mañana. Aún retumba en los Estudios de TVE en Sant Cugat del Vallés, donde se grababa este espacio, aquel momento en el que Sabater se dirigió a su pequeño público con un "Me quiero comer una salchicha, pero no penséis mal, ¿eh?". Los niños no entendieron nada, los padres todo.

Una estampa que define la decadencia de la televisión infantil que, tras años de lucidez, caía en la superficialidad del guion facilón y hasta zafio. También desde la televisión pública. Lejos quedaban aquellos formatos creativos que enganchaban a los pequeños gracias a su traviesa inteligencia. TVE había olvidado el legado de 'La Cometa Blanca', 'El Kiosko', 'La Bola de Cristal', 'Cajón Desastre' o 'Pic-Nic'.

Las cadenas confundieron presentadora supuestamente sexy como reclamo para alcanzar el éxito de audiencia. Pero se olvidaron de que sin un buen concepto de programa y un buen guion no hay nada que hacer.

Ese discurso que dice que los padres deben disfrutar con los programas infantiles que ven sus hijos es cierto, pero se tergiversó de una forma tóxicamente superficial.

El valor del buen show infantil está en que contenga una premisa atrayente que favorezca unas tramas con una doble lectura que una a la familia delante del televisor. Un objetivo que se logra con contenidos que emocionen descubriendo, juntos, a los niños y a sus mayores. De ahí el éxito clásico de las películas de Disney, que manejan dos lecturas, la del niño pero también la de sus progenitores.

Pero la televisión actual no tiene suficiente tiempo para producir cuidando la curiosidad de los niños de hoy que, al final, representa la prosperidad del mañana. Tampoco TVE, que se centra en la compra de series extranjeras de animación, relegando la inversión de producción propia que defina y represente nuestra idiosincrasia.

Los programas infantiles no han muerto por los nuevos consumos, han desaparecido porque se dejaron de crear con la valentía que atrapa a las nuevas generaciones. Interesarán, de nuevo, cuando se vuelvan a hacer pensando en los niños con su mismo y valiente ingenio. Ese ingenio que no teme la corrosión, la travesura y que está ávido de descubrir el mundo. La condescendencia y la superficialidad han sido los mayores enemigos de la televisión infantil.  Lo infantil triunfará, otra vez, si la televisión pierde el miedo a la imaginación sin complejos.

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