OPINION

El acierto narrativo de 'La Veneno', la serie de Javier Calvo y Javier Ambrossi

La Veneno, serie
La Veneno, serie

Dicen que las grandes estrellas surgen por casualidad. Incluso las grandes antiestrellas. Así, por casualidad, descubrió Pepe Navarro La Veneno. El presentador se percató de que no podía dejar escapar a una incontrolable entrevistada que había acaparado toda la atención de la reportera callejera de 'Esta noche cruzamos el Mississippi'.

Viendo el filón, Navarro fichó a La Veneno y sacó jugo a un personaje durante meses, aunque no tantos como parece. Cristina Ortiz Rodríguez desprendía un todopoderoso magnetismo en los espectadores porque representaba a un mundo invisible, relegado, marginado y, a la vez, sabía comunicarlo al mundo con una verborrea sin filtros, con una habilidad para soltar frases únicas que eran perfectas para ser convertidas en coletillas cotidianas de las que se han hecho hasta camisetas y tazas.

Bastaba con tenerla sentada en plató, contando su infancia y sus miserias sin un solo pelo en la lengua. Y aquello resultaba fascinante, escalofriante e hilarante. Extraña mezcla, pero que abrió los ojos de la audiencia masiva a una realidad que muchos preferían no ver.

Con sus apariciones, el programa disparó su audiencia y La Veneno se transformó en una folclórica más de nuestra historia popular. Pero el universo del late night de Pepe Navarro se acabó. Ella volvió a su vida, su maltratada vida, aunque siempre con un pie en el cameo televisivo de polémica fácil y chequera rápida. Vamos, que se hizo varios '¿Dónde estás corazón?' en Antena 3, algún que otro 'Deluxe' en Telecinco... Programas que sirvieron para que nuevas generaciones se quedaran fascinadas con su profunda frivolidad.

Dos largas décadas después de su descubrimiento televisivo por Pepe Navarro, Javier Calvo y Javier Ambrossi se han atrevido al reto de convertir en serie la vida de La Veneno. El primer capítulo se estrenó el pasado domingo en el servicio 'premium' de la plataforma Atresplayer de Atresmedia. El resto de episodios aún tardarán en aterrizar porque el rodaje se ha paralizado, como nuestras vidas, por la crisis sanitaria a la que asistimos. Pero llegarán y esta producción será un necesario paso para ampliar la diversidad de la ficción 'made in Spain' a través de series que hablen de nuestra cultura en servicios bajo demanda de plataformas españolas que conocen como nadie la idiosincrasia de la que somos fruto.

Y de eso habla la serie de 'La Veneno', y en eso se han convertido en maestros Calvo y Ambrossi como creadores con la destreza de abrazar la cultura popular de los noventa sin snobismos y con inteligencia. Son prestidigitadores en casar estos dos conceptos con apoteósica gracia. De hecho, el primer capítulo es un entretenido ejercicio de icónicos recuerdos para aquellos que crecimos en los noventa (-ese momento fans histéricas de Take That en el aeropuerto-) y, al mismo tiempo, un viaje emocional por la forma de observar a La Veneno entonces y la forma de entender a La Veneno desde la perspectiva del ahora.

La ficción corría el peligro de quedarse en la superficie, pero'Los Javis' no podían permitírselo. Han sabido crear un buen equipo, creativo e interpretativo -brillante todo el casting del elenco-, que da textura a cada paso de la historia. Por chorra que aparente. Pero, además, hay una gran decisión narrativa en la obra: establecer una protagonista en paralelo que aporta la chicha extra que merece el trasfondo de la historia. Así, en realidad, el espectador no crece sólo con el devenir de La Veneno, sino que también avanza con la identificable sensibilidad del proceso de crecimiento que vive su fan, Valeria. Todos somos Valeria, en el fondo. 

Al final, la serie es un homenaje a los referentes de la calle. A los que intentaron hacerse a sí mismos intentando ser ellos mismos. Aunque las trincheras del desconocimiento de su tiempo se lo impidieran. 

La Veneno se asoció a la 'telebasura', pero su presencia mediática terminó despachando esa etiqueta. Sirvió para derribar estigmas. Incluso desde su propios estigmas internos. Desde los márgenes de la sociedad,  logró que aunque nuestra vida no se pareciera en nada a la suya, siempre fuera fácil entender lo que nos estaba contando.

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