ANÁLISIS

El arte de Emilio Aragón

Emilio Aragón ha regresado a la televisión después de 14 años de ausencia con un nuevo formato en Movistar, que se ha estrenado en la noche de este miércoles.

Emilio Aragón en 'BSO' cantando por su alter ego Bebo San Juán
Emilio Aragón en 'BSO' cantando por su alter ego Bebo San Juán
Movistar Plus

Dirán que 'B.S.O.' es el regreso de Emilio Aragón a la televisión. Dirán que 'B.S.O.' es una producción original de Movistar Plus. Dirán que es un recorrido por la banda sonora original de referentes que comparten su vida y canciones con el propio Aragón. Dirán que se ha estrenado este miércoles con Javier Calvo y Javier Ambrossi. Dirán que, en otras próximas ediciones, estará Raphael, el futbolista Joaquín o Belén Rueda. Incluso dirán que es un programa solo apto para la televisión de pago. Pero, visto el primer capítulo, 'B.S.O.' es sobre todo un inspirador retorno a los orígenes de la televisión. Esa televisión a la que Aragón quitó corsés y en la que, ahora, indaga con un retorno a la teatralidad televisiva olvidada. No por todos, pero sí por una gran mayoría.

Porque 'B.S.O' es una celebración de la televisión como arte. En una era televisiva en la que los contenidos audiovisuales se venden, este espacio se centra en el proceso creativo como honesto instrumento para alcanzar la confianza con un espectador que quiere vivir propuestas que despierten esa ingenuidad que sigue ahí. Aunque no siempre creamos que sigue ahí. De esta forma, 'B.S.O' tiene un punto de aquella tele de los setenta y ochenta que sin análisis de curvas de audiencia había margen para mezclar lo teatral, lo musical y lo tecnológico para atraer la atención y el recuerdo de la sociedad. Para pillarnos desprevenidos, vamos. 

Al final, 'B.S.O' es una experiencia audiovisual. En tiempos de armas de distracción masiva, el plató del retorno de Emilio Aragón es una especie de caja de luz en la que prácticamente cualquier imaginación artística es posible. Aragón, que fue experto en romper la cuarta pared cuando no era tan habitual romper la cuarta pared de los platós, parece querer en la actualidad encerrarse en una caja mágica en la que lo relevante está protegido del ruido. Así el programa contagia la percepción de que aquí no importa conseguir ese titular urgente y efectista. Al contrario, se opta por trascender conversando a través de la música empaquetada para ser disfrutada hoy y, tal vez,  para entendernos a nosotros mismos y nuestra época en el futuro.

Y, como la propia vida, el programa juega. Todavía puede jugar más, de hecho.. Jugar con emoción, la cómica y la menos cómica. En el caso de que exista alguna emoción que no sea cómica. Pero especialmente juega de manera brillante con la interpretación. Aquí está la cualidad "antigua" y, a la vez, moderna de 'B.S.O.': hay una aptitud interpretativa en cada paso del show, capacidad que sólo logran los grandes autores de la televisión. 

Los cantantes, los bailarines, los músicos, las proyecciones en las pantallas, las cámaras, la luz.. Todo está coordinado para llevarnos hacia algún lugar. Hay una dirección artística en la que se dibujan las miradas, las complicidades. Se crean, en definitiva, los vínculos. Entonces, surge la televisión que perdura. No es fastfood, es única y memorable. 

'B.S.O.' es un formato nuevo -sí, se estrenó esta noche de miércoles- pero, al mismo tiempo, nunca va a tener fecha de caducidad. Es más, ganará valor con el tiempo, pues el resultado tiene tanta autoría que se convierte en una obra artística que plasma las inquietudes en 2021 de su veterano creador, Emilio Aragón, indagando en otros creadores de la cultura popular. Porque la televisión también es arte. Más de lo que parece.

Mostrar comentarios