Raro

El caos de 'La última cena' de Telecinco

Cristina Cifuentes probando el plato de Isa Pantoja
Cristina Cifuentes probando el plato de Isa Pantoja
Mediaset

'La última cena' ha regresado a Telecinco pero se ha olvidado por completo del éxito de su triunfo iniciático: el humor surrealista que atesoraba una desenfadada reunión de amigos que habían quedado para probar (y puntuar) los guisos de sus anfitriones. Así Mediaset indagó en otra versión más de 'Sálvame'. Negocio perfecto. No hacía falta ni construir un decorado nuevo. La audiencia conoce el lugar, a los comensales, sus rencillas y, cuando se lanzó el programa, el público necesitaba evadirse con la alegría de lo absurdo tras meses de confinamiento.

Pero ahora los espectadores están en otro punto vital. Y 'La última cena' ha regresado como reclamo para mantener la cita con la televisión en directo en la noche de los jueves, donde ahora queda el hueco que deja el reality de turno, 'Supervivientes', que finaliza mañana. Sin embargo, poco interés reunirá este concurso "culinario" si se queda en la confrontación constante y desordenada. Ha faltado comedia, han sobrado silencios fruto del desorden. 

Tampoco ayuda que todo el proceso de cocinado se observe asqueroso por la televisión. Entonces, cualquier atisbo aspiracional del programa se desvanece. En este caso, cocinaban Isra Pantoja y Asraf. La hija de Isabel Pantoja, de nuevo, como reclamo. Aunque casi no hable ni juegue, pero se supone que vende por su pedigrí. Y, como comensales estelares, una extraña mezcla que va de Cristina Cifuentes a Lucía Dominguín. Personajes muy diferentes con unas circunstancias personales que, en realidad, les impiden encajar en un espectáculo de estas características. No son cercanos por sus responsabilidades previas profesionales, políticas o familiares, aunque lo intenten. Antes, 'La última cena' sostenía más su motivación en los delirios de habituales como Lydia Lozano o María Patiño. En cambio, en esta edición, se ha perdido este tono festivo de verbena con colaboradores de Telecinco que son como de la familia.

Se echa en falta también la presencia al frente de Jorge Javier Vázquez y su ironía con la destreza para ordenar el caos. Paz Padilla lo intenta, pero no consigue domar un estudio en el que se nota que todo está enfocado a vender mal rollo en la cocina como reclamo. Porque el programa no tiene nada más.

Así sólo tirará 'La última cena' por la inercia de Telecinco, pero no es un show competitivo por sí mismo. A su favor, el programa ha acertado con la renovación de la línea gráfica, basándose en el azul que refresca en las calurosas vacaciones, también son inteligentes los vídeos riéndose del propio programa. Pero también este reality debe reírse de sí mismo más en el vivo y directo del plató. Si se toma tan en serio, 'La última cena' se indigestará del todo. Porque nada se entiende. Ni cómo se cocina, ni el motivo del que discutan si no pasa nada. Todo se siente como un bucle sin evolución mientras pasan las horas de la noche. Con estos mimbres, mejor ponerse una peluca y reírse del percal como sucedió en la primera temporada. No ha sido posible, quizá porque este retorno no ha conseguido reunir el equilibrio de los personajes adecuados y complementarios entre sí para abrazar la desternillante coralidad de la varieté de lo disparatado.

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