OPINION

El astuto detalle que no desaprovechó Telecinco en la toma de posesión como ministro de Màxim Huerta

Ana Rosa Quintana toma de posesión Màxim Huerta
Ana Rosa Quintana toma de posesión Màxim Huerta

Telecinco. Jueves 6 de junio de 2018. Ana Rosa Quintana conduce su magacin matinal como un día más, pero no es un día más. Y lo sabe. Su ex co-presentador Màxim Huerta promete su cargo de ministro de Cultura y Deporte.

El programa, que en los últimos años se ha convertido en un carrusel informativo más que un magacine rosa, informará de la toma de posesión de las nuevas ministras y ministros. Pero no deja de ser un programa de entretenimiento y no piensa dejar escapar la oportunidad de inmortalizar la reacción de Ana Rosa Quintana cuando su pupilo pasa a ser miembro del Gobierno de España.

Así, en riguroso directo, la imagen se parte en dos en el instante en el que Màxim se hace ministro. La pantalla de emisión se divide para ver en un lateral la reacción de Ana Rosa Quintana. Ella, consciente de que esta en plano, no para de poner caras de orgullo. Muchas caras de orgullo.

Telecinco contagia de instinto de show televisivo un acto oficial para que los espectadores de la cadena se emocionen junto Ana Rosa, pues ese cómplice que les acompañó tantas mañanas, Màxim, ha llegado a un cargo de responsabilidad que pocos imaginaban hace sólo unos días.

La televisión no podía desaprovechar el momento. De hecho, durante el discurso de Huerta en el Ministerio el plano se fue dividiendo en más ventanitas para que asomaran en emisión el resto de sus ex compañeros del programa. Es la información que se entremezcla con entretenimiento. Pero, también, en este caso, es lo que esperaba el público fiel de Telecinco, que siente a Ana Rosa como una especie de madre de Màxim.

Programa de Ana Rosa toma de posesión Màxim Huerta
Todo es reality.

Aunque la trayectoria de Màxim va mucho más allá del programa de Ana Rosa. Periodista de larga trayectoria, curtido durante años en el complicado informativo nocturno, ese que iba detrás de Crónicas Marcianas y que necesita explicar la información cuando ya todo el mundo cree saber la información, ha desarrollado una carrera profesional con una especial sensibilidad con la cultura en su vida personal y, también, profesional. Premio Primavera de Novela 2014 con La Noche Soñada, es autor de seis libros y, en la actualidad, estaba de promoción de su última obra, Firmamento.

Pero el Ministerio ha irrumpido en la vida de Màxim Huerta. Un cargo que también pone en valor la televisión. Porque la televisión también es cultura. Aunque ciertos ámbitos sociales, muy snobs, aún siguen tratando al medio que más enseña, porque es el más influyente en la sociedad, con cierto desdén.

El conocimiento del periodismo y la televisión de Huerta puede ser un buen aliado para otorgar una visibilidad más inclusiva y menos fría a la cultura. También que es un periodista de una generación que entiende la realidad de la calle, la cultura del off, la cultura diversa que no tiene grandes apoyos mediáticos pero que se da a conocer por las fisuras de las redes sociales. Porque Màxim Huerta además es un periodista de una generación que sabe utilizar las redes sociales - de Twitter a Instagram-. Lo ha hecho sin eufemismos ni oficialismos, con la naturalidad de dar likes sin sibaritismos, debatiendo, bromeando hasta con corrosión, siendo crítico y autocrítico cuando toca e incluso riéndose de sí mismo. 

En eso consisten las redes. Y esperemos que esa personalidad no se pierda. Porque no es incompatible con ser ministro. Al contrario, las instituciones se merecen bajar de los alejados despachos en altas torres de cristal para servir a la sociedad desde la sociedad. Huerta es de esa generación que puede derribar muchos prejuicios en una sociedad que, a veces, es más intransigente con un tuit sarcástico -que define que es una persona que está en la conversación social, que es ella misma y que se abre hasta pringarse para aprender y avanzar- que con lo verdaderamente relevante. Consecuencias de una era del clic y el simplista eslogan que confunde intensidad con profundidad. Consecuencias de tiempos superficialmente intensos.

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