The Imagineering Story

El documental que desvela el éxito del modelo de Walt Disney

Los trucos de la manipulación de la percepción del cine incorporados a ,la realidad de un parque de atracciones.

Disneyland en construcción
Disneyland en construcción
Borja Terán

Es más fácil entender la creatividad de Walt Disney al visionar 'The Imagineering Story', que se encuentra dentro del catálogo de Disney Plus. Se trata de un documental que recorre con cierta mirada crítica la historia de los parques temáticos Disney y su (irregular) evolución con el paso de los años en los que algún que otro directivo del emporio de animación no entendió muy bien la clave del triunfo de este universo de magia e ilusión.

El nombre de la tira de ocho capítulos remite a los imagineers, un término que se inventó el propio Walt para denominar a su equipo de ingenieros que, a la vez, debían ser creativos 'imaginadores'. Porque, al fin y al cabo, ahí estriba su particular revolución en el negocio de las atracciones: como en una buena película de cine, dotó a los cachibaches de feria de una iconografía para que subirse al aparato fuera vivir una historia.

Cuando Disney planteó a su mujer Lillian Marie que, en la visita al tiovivo con sus hijas en la tarde del sábado, se le había ocurrido crear un parque de atracciones de Mickey Mouse junto a los estudios de la compañía, Lillian recordó que no le gustaban aquellos lugares por sucios, ruidosos y caóticos. Ese mismo prejuicio hizo que el ayuntamiento de Burbank no le permitiera a Walt construir el parque donde se pensó originariamente, lugar en el que ahora se levanta una de las sedes de la televisión ABC. También propiedad de Disney Company.

Pero Disney tenía claro que su idea no iba por ahí. De hecho, era la antítesis del desorden, la tómbola, los papeles por el suelo y el estrépito para captar clientes de forma chabacana que remite al lado más oscuro de los feriantes. Su propuesta era crear un universo idílico incorporando todas las artes de la sugestión del celuloide a un mundo físico de fantasía que permitiera desconectar de la realidad al visitante.

De ahí que en los primeros parques Disney siempre se buscaba que no se pudiera observar desde el interior del recinto nada del exterior. Ningún edificio, ninguna carretera, ninguna farola. Ya la entrada, debajo de la estación de tren del parque, es un truco para jugar con la percepción del asistente que debe cruzar un túnel de techo bajo que, en realidad, separa la vida cotidiana del decorado mágico de Disneyland. A primera vista, el techo bajo y oscuro parece cutre y feo, ese es su cometido: cuando se sale de ese corredor todo se ve gigante. Aunque no lo sea. Disney supo incorporar el técnicas para la sugestión de los visitantes en el diseño de cada atracción pero, al mismo tiempo, en la planificación urbanística del lugar, pensada con destreza para que el público no se perdiera y, a la vez, pensara que aquello no se acababa nunca.

Tras ver 'The Imagineering Story' es fácil entender el éxito del modelo de Disney en su época dorada y adivinar fiascos de la compañía en tiempos posteriores. Su arte de prestidigitador estuvo en la habilidad para fusionar tecnología con artesanía. Este es el camino para ser especial, aún más vigente en la actualidad en tiempos en los que la homogeneización de contenidos resta capacidad de sorpresa en el ojo de la audiencia. Pero, además, Disney entendió que sólo la magia es magia si se cuidan los detalles que crean la atmósfera en la que se sumerge el convidado. Así los parques Disney calculan los matices de cada tejado, cada ventana, cada farola. Y lo hacen más allá de donde la curiosidad del espectador puede llegar. Mimar esos matices es incorporar a cada rincón de los parques, como en una buena película, una banda sonora que se cuela en los oídos y sugestiona a la persona que allí está. Por supuesto, si pasas por al lado de la ventana de la clínica de un dentista hasta se escucha a lo lejos el ruido de esa peculiar y reconocible máquina que teme cualquier muela. Tampoco se descuida el olor, con ambientadores que impregnan el olfato en cada contexto.

Para lograr el buen contexto hay que abrazar el detalle que no es lo mismo que quedarse en lo evidente. En este sentido, por ejemplo, Disney tuvo muy claro que no quería una mansión del terror que remitiera a la típica casa de miedo con fachada temblorosamente abandonada. Descartó el boceto inicial, en el que luego se basó Hitchcock para 'Psicosis', y eligió un glamouroso palacete inmaculado para acoger a un mundo de fantasmas. Aunque ya en Disneylad París se olvidaron de la premisa de su jefe con lo de la casa de miedo que debía romper con lo obvio...

Al final, 'The Imagineering Story', dirigida y producida por Leslie Iweks, es un castigo a los que desprecian esos detalles que quizás no todo el mundo vea, pero que son vitales para que todo el mundo sí se zambulla con sensibilidad en una historia apasionante. Y es que los traviesos matices son los que construyen el todo, más aún en tiempos de simplificación. De esta forma, hasta las colas de las atracciones de los parques Disney cuentan una historia. Porque ahí estuvo la revolución de Walt en su búsqueda de trasladar la imaginación del cine a la realidad. Incluso una montaña rusa es mejor si en su recorrido se vive la experiencia de un relato con sus giros de guion, con sus sorpresas y con su escenografía que desafía a un asombrado público que termina diciendo 'cómo lo habrán hecho'. Y eso lo plasma muy bien este documental que, también, rescata imágenes con entresijos de cuando la soberbia descuidó esos detalles y la cosa no salió igual. No siempre ganan los buenos, ya se sabe. Aunque, eso sí, siempre es más fácil progresar con imaginación. Como Walt que, a la hora de crear un buen equipo, probablemente contó con la capacidad de saber fijarse más en la excentricidad que te distingue del resto que en la moderación que te iguala.

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