Despedida a un mito

El emocionante monólogo de Pablo Motos sobre Enrique San Francisco y su filosofía de vida

Pablo Motos emocionado en 'El Hormiguero' recordando a Enrique San Francisco
Pablo Motos emocionado en 'El Hormiguero' recordando a Enrique San Francisco
Antena 3

El vínculo de Pablo Motos y Enrique San Francisco es de esos todopoderosos lazos que surgen cuando el aporte de la admiración se transforma en amistad para siempre. Una unión que se tradujo en grandes monólogos en la edad de oro de 'El Club de la Comedia', cuando Motos era coordinador de guion de aquel novedoso show que trajo la stand Up Comedy a España.

En aquella época que cerraba los entusiastas años noventa, San Francisco ya era un mito del cine y la televisión. Es más, era un icono que reflejaba los claroscuros de un país. Pero con los guiones de los equipos de Motos la persona se dejó atrás al personaje para mostrar la persona. Sus monólogos hablaban de todos. Aunque no nos pareciéramos en nada a él.

Desde entonces, San Francisco siempre ha estado unido de una u otra manera a los programas en los que estaba detrás Motos. De 'La noche con Fuentes... y Cía' de Telecinco al morning show de la desaparecida M80 Radio 'No somos Nadie', embrión de 'El Hormiguero'.

Pablo Motos y Enrique San Francisco en 'No somos nadie'
Pablo Motos y Enrique San Francisco en 'No somos nadie'
Cadena SER

Motos siempre contaba con San Francisco. Y en 'El Hormiguero' de la tarde en la que ha fallecido sólo Motos podía explicar tan bien la filosofía de vida de Quique San Francisco. Lo ha hecho en un monólogo que transcribimos a continuación. Un monólogo como aquellos que escribía Motos para 'El Club de la Comedia'. Aunque, esta vez, con menos carcajadas. Pero con la misma emoción útil del aprendizaje de una vida. Una vida libre la de Enrique San Francisco. Aunque tal vez no supo domar su propio ideal de libertad. Quizá ni quería.

Monólogo de despedida de Pablo Motos a Enrique San Francisco en 'El Hormiguero'

"Enrique me enseñó a estar en un escenario, me enseñó a sobrevivir en Madrid, me enseñó a entender a los artistas y, también, me enseñó hasta que punto una persona puede ser libre. Tu puedes ir a trabajar, puedes tener un horario, puedes obedecer a tu jefe. O no. Si no te da la gana, no. Y a Enrique no le daba la gana. Y, como era libre, eligió vivir por el lado salvaje de la vida.

Los que estamos cerca de él nunca nos aburríamos. A veces, no tenía dinero. A veces, le quitaban la luz. A veces, se metía en problemas. Pero si le preguntabas cómo estaba siempre te decía bien. 'Yo siempre estoy bien'.

Enrique era un genio y un sabio. Una época en la que quedábamos en su casa para beber cerveza y jugar a la xbox. Y, claro, de repente, estábamos jugando y, cuando se ponía gracioso, hacía unos chistes... increíblemente mejores que los que le escribíamos nosotros para El Club de la Comedia. Y un día después de un chiste de estos brutal, le dije: 'Quique, si tu trabajases...'. Y me contestó: no digas barbaridades.

Enrique y yo casi nunca hablábamos en serio porque él lo evitaba. Pero un día que la estaba liando muchísimo contra sí mismo, le pregunté que si no se daba cuenta de que eso iba a acabar fatal y me contestó: eso no va a pasar, siempre que estás desesperado aparece una buena persona y te ayuda.

La casa de Enrique estaba siempre llena de gente. A veces, muy dudosa. Y muy peligrosa. Pero Enrique siempre me decía 'tienes que conocer a gente de todas partes, Pablo. Yo no necesito tener un barco como tú, sólo necesito tener un amigo que tenga un barco'.

Así era Enrique. El dinero tampoco era su fuerte. Una vez le dieron una indemnización muy grande por un accidente y le dije, bueno, Enrique, ahora, por favor pagas las deudas, te organizas y guardas el dinero en el banco. Y me dice: 'si me pagan ahora 100 millones, mañana me voy a gastar 110'. Y su padre que estaba al lado dice: 'muy bien dicho, hijo'.

Todos queríamos a Enrique porque te hacía sentir debilidad por él. Y por ahí entraba y te robaba el corazón para siempre ya. Enrique era noble, era buena persona, era solidario y era muy valiente. Delante de él jamás se cometía una injusticia. Le daba igual perder el trabajo o meterse en una pelea. Jamás delante de él nadie cometió una injusticia porque era un héroe.

Ser actor es difícil, pero ser una leyenda como él lleva toda la vida. Hay otros actores que les dan premios, les dan Goyas u Oscars, a Enrique la vida le dio libertad, aventura y un cuerpo y un espíritu indestructibles. Y ahora se ha marchado con esa elegancia que fue siempre su firma. Todos le recordaremos con la imagen más impresionante de esta Navidad: Enrique con su capa y su guadaña riéndose de la muerte. Seguramente esta fue su última gamberrada".

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