OPINION

El éxito de 'Supervivientes 2018': el aprendizaje que deja el indestructible reality de Telecinco

Concursantes Supervivientes 2018
Concursantes Supervivientes 2018

Un buen reality triunfa si plasma bien las tramas de la evolución de sus personajes. Esta es una premisa de perogrullo, pero Supervivientes 2018 ha dado un paso más allá y, esta temporada, ha evidenciado que ayuda que esas tramas ya sean reconocibles nada más empezar el programa. Sin necesidad de presentar a los protagonistas del 'culebrón' de esta realidad paralela, retransmitida desde una isla casi desierta.

En el estreno de Supervivientes 2018 no hizo falta explicar nada, pues el espectador de la cadena ya conocía intríngulis de personajes habituales de Mediaset, que allí estaban. Se nota que en Telecinco han aprendido que el espectador no quiere esperar. Mejor si conoce una historia de antemano, como punto de partida de un espacio de estas características.

Supervivientes 2018 empezó, apareció Jorge Javier Vázquez en el plató y, en ambos extremos del escenario, el programa ya tenía puesto el foco en un conflicto inicial: el reencuentro de Isa Pantoja y Alejandro Albalá. Dos 'ex' con cierta popularidad entre el público de la cadena, que estaban en el estudio para defender a sus parejas actuales que, en efecto, son concursantes oficiales en la isla. Toda una arquitectura de guion.

Así, Supervivientes ha construido su conflicto en dos contextos diferentes. El tradicional concurso de superación, convivencia y sus conflictos colaterales en la isla pero, también, los dimes y diretes en el propio plató. En esta edición, ha sido tan importante el casting de concursantes como el casting de defensores de los concursantes para, de esta manera, contar con una fuerte vía de discordias en el estudio.

Como consecuencia, Supervivientes 2018 ha generado, desde su primera gala, un magnético flujo de contenido para el público de Telecinco. Un público que ya conocía parte de los concursantes. Con sus grandezas. Con sus miserias. Concursantes que en su mayoría da la sensación que tienen claro que han ido a este reality show a pringarse.  Y se pringan. Mucho.

Pero Supervivientes no va sólo de pringarse. Y ahí está el crucial papel del presentador, que sirve de guía. Aunque no es un guía atado a un guion férreo: tiene margen para ser traviesamente cómplice con el espectador. La ironía de Jorge Javier Vázquez es el motor del show.

Vázquez en Supervivientes cuenta con la destreza de perfilar aún mejor las personalidades de los concursantes y sus defensores en el estudio 6 de Telecinco. El comunicador con sus inteligentes comentarios dibuja mejor la trama y, lo más importante, la hace muy divertida. Sin dudar en soltar dardos de humor negro si es necesario. 

Y ahí está el otro aprendizaje fundamental de este Supervivientes, que aguanta un éxito sin rival: es un formato que no se toma muy en serio. Marca el conflicto clásico, la pelea, el desamor, la ruptura emocional, la locura existencial, pero a la vez se ríe -de buen rollo- de ese conflicto básico de la tele-realidad tradicional. No es un show transcendental y Jorge Javier no está trascendental. Al contrario, está hilarante. 

Porque, al final, el humor es un factor clave en la tele-realidad. Y este ingrediente definitorio no siempre se recuerda. En Supervivientes se quieren, se odian, se pelean. Incluso rompen en riguroso directo. Pero el programa no se pierde en rodeos de efectos especiales que distraen. Tampoco se queda sólo en la pelea que aburre por repetición. Supervivientes prefiere centrarse en pintar con claridad y sencillez la trama de buenos y malos personajes. Lo logra a través de un desenfadado descaro que atrapa a un espectador masivo. A la caza de la evasión, el público de 2018 prefiere reírse a indignarse.

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