OPINION

El extraño sentimiento de visionar en 2017 la primera gala de 'Operación Triunfo 1'

Rosa López en la primera gala de 'OT'
Rosa López en la primera gala de 'OT'
Rosa López en la primera gala de 'OT'
Rosa López en la primera gala de 'OT'

16 años después, TVE ha vuelto a emitir, a través de su página web y su perfil de Facebook, la primera gala de Operación Triunfo 1. Una estrategia de la cadena pública para calentar motores de cara al retorno del mítico concurso, remozado, que se estrenará en la segunda mitad de este mes de octubre.

Ver hoy el estreno de OT supone una bofetada al idolatrado recuerdo que ha dejado en la memoria colectiva el primer Operación Triunfo. La factura visual del primer programa ha envejecido fatal, ya que este reality musical empezó sin demasiada pompa. Ni la propia cadena confiaba en su éxito. Entonces, pocos creían en la música en prime time y hasta Antena 3 rechazó el proyecto. 

Así que OT se instaló en la noche de los lunes de La Primera de TVE de una forma sigilosa, con un decorado bastante cutre que hoy chirría en nuestras pantallas. Sólo tenía parqué flotante, unos andamios y unas fotos colgadas de los triunfitos. Eso sí, imágenes bien pensadas para que el espectador los fuera identificando.

Carlos Lozano estrenándose en 'OT'.
Carlos Lozano estrenándose en 'OT'.

Un decorado lowcost a retales y unos estilismos imposibles. De hecho, en la primera emisión, da miedo el look de Carlos Lozano enfundado en una camisa con unos cuellos infinitos que no serviría en este 2017 ni para caracterizar a un conde Drácula en Telepasión. Todo era demasiado arrítmico en esa noche de estreno de OT. Es más, el ritmo de la escaleta de las galas era más bien tirando a lento.

Pero daba igual. El formato enganchó hasta convertirse en uno de los mayores fenómenos de la historia de nuestra televisión. Y en el revisionado, que ha realizado hoy TVE, sigue generando cierto magnetismo, fruto de la nostalgia pero, también, porque aquel primer OT contaba con el valor más importante que existe en la televisión: transmitía una apabullante verdad.

Rosa, Busta, Chenoa, Bisbal, Geno... un elenco que siempre será el ejemplo del casting perfecto, ya que eran jóvenes con talento que podían ser vecinos del barrio de cualquier español. Sin postureos ni guapuras de manual: eran ellos mismos con su ropa de mercadillo, con su aprendizaje (o desaprendizaje) callejero, con su espontánea ingenuidad.

Y, claro, llenaron el escenario de un programa que tampoco parecía saber muy bien a lo que se enfrentaba pero que, al mismo tiempo, tenía una estructura muy bien armada: con elementos simbólicos como la pasarela ("al éxito"), la academia donde ver y sentir el esfuerzo diario de los candidatos y unas presentaciones de los concursantes muy bien escritas para perfilar en el público sus personalidades.

Los ritmos de la televisión han cambiado y revisionar en 2017 OT es también enfrentarse al extraño sentimiento de reencontrarse con un programa más cutre de lo que recordamos. Aunque da igual, porque el reality mantiene intacta la materia prima que lo catapultó como el fenómeno televisivo más rentable de la historia de España: un brillante casting que reflejaba la ilusión de las nuevas generaciones de una sociedad que aún no había perdido del todo la inocencia.

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