OPINION

El final de 'GH VIP 7': adiós a una era de la tele-realidad

Adara gana GH
Adara gana GH

Se acabó. Jorge Javier Vázquez ha despedido la edición de 2019 de 'Gran Hermano VIP'. Lo ha hecho de la mano de Adara, favorita casi desde el principio, que celebraba su victoria con el maletín de los 100.000 euros de premio en la mano. 

Las últimas palabras de Vázquez han sido de agradecimiento a la audiencia. Literalmente el programa ha arrasado. El formato de Zeppelin sigue demostrando una salud a prueba de polémicas y, en esta temporada, ha logrado el mejor rendimiento en cuota de todas las ediciones 'vip'. Evade al espectador de Telecinco, que se refugia en masa a una propuesta que no le da tregua, armando un intenso puzle de tramas del que no hay escapatoria.

'GH VIP' engancha entremezclando la vida en la casa y los conflictos en plató, recurriendo sin remilgos a artimañas de culebrón, como son las sugestivas músicas de fondo y los zooms de tensión, y también, ahora más que nunca, a la pantomima y los teatrillos de unos concursantes dispuestos a todo por mantenerse en el 'candelabro'. El formato despierta pasiones tan ciegas y enajenadas, que su público hasta sale a manifestarse a las frías calles invernales por sus favoritos. Eso lo consiguen pocos programas. Esta misma gente quizá ni siquiera se manifieste jamás por sus derechos. Sí, por Adara y GH.

Así, arrasando en audiencias se ha ido 'Gran Hermano VIP', con una media sin rival de un 32 por ciento de share. Pero el programa no lo ha podido celebrar. Los anunciantes, que son los que hacen posible la rentabilidad del show, se han ido en el último mes con un efecto en cadena. No se han marchado todos, pero sí se ha quedado casi sin publicidad. Las marcas se han bajado de 'GH' por el regreso al foco mediático del caso de una participante que presuntamente sufrió abusos sexuales hace dos años en otro espacio diferente, aunque del mismo sello, 'GH Revolution'. Una edición que casi pasó desapercibida. De hecho, consiguió que el 'Gran Hermano' con anónimos desapareciera de la programación por sus malos rendimientos de audiencia.

Pero la tele-realidad no puede permitirse titubear en determinados asuntos. Al final, 'GH' también es un reflejo de la sociedad y los protocolos de este tipo de concursos han de evolucionar con rotundidad al mismo tiempo que los avances de una audiencia cada vez más necesariamente y esperanzadoramente sensible. Ahora, 'GH' precisa un margen para volver a ganarse la confianza de los anunciantes... o no. Y si no, la tele-realidad encontrará, seguro, nuevos caminos.

Al fin y al cabo, y de la mano de Telecinco,  'GH' ha ido mutando hasta convertirse en otra cosa que poco se parece a sus comienzos hace dos décadas. La ingenuidad de los participantes ha quedado atrás y ahora está plagado de habitantes conocedores de tripas televisivas que lo han transformado en una especie de sainete surrealista, exagerado y por momentos esperpéntico. Un culebrón en el que ni el público ya demanda verdad o convivencia realista. Sólo pide que le sacien su necesidad de show, con sus conflictos de cartón piedra y sus romances de pacotilla con cierto grado de ensoñación entre guapos de manual (Adara y Gianmarco). Como en las telenovelas de siempre, con gritos y giros de guion maquiavélicos, pero con el aliciente de que esto se emite en vivo y en directo. Así se propicia que el programa sea un acontecimiento rompe-audiencias. Si lo ves en diferido, llegas tarde: hay que conectar con el nervio del directo en lo que puede ocurrir lo imprevisible.

'GH' ha cerrado una temporada de éxito, mucho éxito, pero paradójicamente sin saber cuándo regresará. Pero volverá. Incluso se puede decir que nunca se va a ir, pues su fórmula ha trascendido el propio programa para impregnar el espíritu completo de una cadena. Telecinco, en sí mismo, se ha convertido en un 'Gran Hermano' perpetuo que nunca baja la guardia.

@borjateran

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