OPINION

El fracaso de 'Juegos sin fronteras' en Telecinco: lo que no han aprendido de 'El Grand Prix'

Juegos sin fronteras telecinco
Juegos sin fronteras telecinco

Hace tres décadas, la unión de las radio televisiones públicas europeas no sólo organizaba Eurovisión: también desarrollaba una delirante competición física bajo el nombre de 'Juegos sin fronteras'. Diferentes países participaban en una especie de yinkana de cómic con mucho suelo pringado y trompazos en piscina. TVE incluso llegó a organizar en Prado del Rey una edición de este peculiar eurofestival físico que intentaba fomentar la cohesión de los países europeos a través del show de entretenimiento.

Pero 'Juegos sin fronteras' se perdió por el camino. Aunque TVE dio luz verde a otro formato con puntos en común como fue 'El Grand Prix'. A diferencia de los 'eurogames', el inolvidable programa de Ramón García fue un apoteósico éxito que dejó marcadas a varias generaciones. Se diseñó a conciencia: representaba una combinación sabia entre folclore de proximidad, la competición constructiva donde lo importante es participar y, especialmente, la imprevisible travesura juvenil que nos iguala a todos a través de la carcajada maliciosa.

15 años después del fin de 'El Grand Prix' en TVE, ha vuelto 'Juegos sin fronteras' a nuestras pantallas. Ahora, Mediaset es la poseedora de la marca, el despliegue de pruebas se montó en los míticos estudios de la Cinecittà de Roma y Telecinco convenció a varias localidades españolas para competir con villas de otros países. Los presentadores españoles elegidos, Lara Álvarez y Joaquín Prat. 

Sin embargo, el programa no funciona en interés. Es aburrido de ver. Las pruebas son sosas. Algunas incluso parecen una emisión antitelevisiva con gente corriendo por un 'Chiqui Park' gigante. Lo que recuerda tres factores vitales para el prime time español que ha olvidado por completo el montaje de 'Juegos sin fronteras' y que sí tenía el 'Grand Prix del Verano' en su época de TVE:

1. Trazar la empatía.

El espectador necesita identificarse con los participantes y sus localidades. Pero 'Juegos sin frontera' suelta a los concursantes sin dibujar ni un ápice sus personalidades. 'El Grand Prix' no hacía un casting calculado, era un programa abierto a todos los participantes que elegían sus pueblos. Lo que conseguía un valioso retrato de diversidad. Y ya en plató el programa se esmeraba en que el espectador congeniara con los protagonistas, ya fuera por la simpatía o por la belleza. O las dos características juntas. Incluidos los alcaldes, a los que el nervio de salir fuera de su hábitat terminaba por humanizarlos. 

2. La narración próxima

En dibujar la identificación  del público con los miembros de los equipos y sus pueblos, es fundamental el guion y la narración de los presentadores. De hecho, 'Juegos sin fronteras' deja claro lo difícil que era la tarea de Ramón García en 'El Grand Prix' o en 'Qué apostamos'. Su cercana habilidad para comunicar lograba una descriptiva retransmisión de todo aquello que sucedía en las pruebas. No se quedaba en la frase hecha vacía, aportaba una mirada que enriquecía el relato. Aquí están los presentadores están intentando vender lo espectacular del show pero de una manera forzada y muy protocolaria. Se echa de menos travesura. También en los juegos con los alcaldes o los padrinos vip como la legendaria 'Patata caliente', donde se incidía en las personalidades con una naturalidad que recordaba a la distensión de una fiesta popular. Todos, famosos y vecinos del pueblo, iban a divertirse pero, a la vez, el programa no olvidaba como el espectador tenía que sentir que se iba creciendo hacia un objetivo claro: la prueba final.

3. Poner orden

En 'Juegos sin fronteras' el objetivo final está diluido. El programa no favorece sensación de acontecimiento porque cada corte de edición se nota. Y mucho. El montaje del programa transmite desorden, así que no parece un programa. Fatal, pues remite a una sucesión de retales. No hay evolución clara de equipos. Todo es un batiburrillo cortado y pegado que encima es aburrido de ver porque las pruebas no se entienden. Los juegos no tienen gancho. Es más, es difícil identificarse con los participantes porque la misma manera en la que se ha editado el show no da tiempo a conocerlos o a que te seduzcan con sus cualidades o 'patosidades'. 

Al final, la desordenada edición es consecuencia de intentar inyectar ritmo para que la audiencia no se aburra. Aunque se ha confundido ritmo con tijeretazo. Así se contagia justamente lo contrario: frialdad. Y, claro, no se consigue proyectar sensación de evento real. Todo se intuye como deslavazado. Hasta los vídeos promocionales de las localidades son gélidos. 

Aunque estos 'eurogames' han llegado en un momento de sequía de oferta audiovisual que permite que pueda tener datos muy diferentes de audiencia dependiendo del día de emisión, 'Juegos sin fronteras' pincha como programa de televisión competitivo porque no consigue entretener. No moviliza a la audiencia con la diversión que despierta verte reconocido en vecinos que son como tú, vecinos que son patosos y se caen para, en el último momento, levantarse y, de repente, ganar.

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