OPINION

El golpe de efecto de 'MasterChef': ingenio maquiavélico para atrapar al espectador

Ana Obregón con Antonia Dell'Atte en 'MasterChef'
Ana Obregón con Antonia Dell'Atte en 'MasterChef'

La repesca recuperó a Ana Obregón como concursante de 'MasterChef' y, sólo una semana después, Antonia Dell'Atte, su eterna enemiga en las revistas del cueore, apareció en el programa como 'jurada' invitada para probar los guisos de la ex de su ex. Así es 'MasterChef': maquiavélico

Pero inteligentemente maquiavélico. Porque lo ingenioso de este choque nada casual entre dos legendarias divas de las revistas del cuore está en que escondía el giro de guion que necesitaba el programa. Un reencuentro que ha sido más emotivo que broncón. La sensibilidad y locura de las dos ha avanzado, como el propio espectador, que si en los noventa caía en la trampa de un enfrentamiento entre mujeres por la cultura de la sociedad machista, ahora redescubre tal situación desde otra perspectiva más constructiva.

Es la gracia de 'MasterChef'. El programa no se conforma con el conflicto previsible y con la tensión -que hay mucha-de las pruebas. Va más allá para huir de la monotonía que hace que los programas se desgasten. 

¿Cómo se logra tal cometido de enganchar hasta la final? Esta meta se consigue con el viejo sostén de cualquier concurso: fomentando la evolución de concursantes y miembros del jurado. O lo que es lo mismo, que los protagonistas del show crezcan cada semana.  Ahí es crucial fomentar un guion transversal. No sólo sirve la intensidad de cada (larga) gala, también hay que contar con la habilidad de enfocar un guion que hile los programas entre sí y ayude a que los participantes avancen en motivación y aprendizaje frente a los ojos del público.

Para alcanzar este escenario, 'MasterChef' define en cada emisión bien a sus personajes y hasta los moviliza, descolocándolos. Lo mismo sucede con el espectador, que observa cómo el guion no se repite de una a otra edición. Este año, por sorpresa, han vuelto Boris Izaguirre y Anabel Alonso. Son como esos refuerzos desengrasantes que aparecen para aupar el show cuando da la sensación de que todo está ya atado. Pero no.

'MasterChef' dibuja bien su arco de tramas, casi como una serie. La realidad de la parte de 'reality' del programa no se puede escribir, claro, pero sí fluye mejor o peor si se prepara una base de pruebas, maquinaciones y giros de guion para que la temporada vaya desarrollándose desde lo inesperado. Es la forma de mantener la identificable candidez de unos personajes populares que creen sabérselas todas y que el programa les saca de su área de confort. 

El hábil as en la manga de ‘MasterChef’ está en no conformarse en la competición al uso por cada gala -como hacen otros programas como 'La Voz'- y trazar una historia que otorgue unidad de relato a la temporada completa. Así el programa platea con destreza objetivos cotidianos en cada emisión, pero sin olvidar la relevancia del objetivo final.

Mantener el interés prendido con los famosos es más fácil, pues despiertan en el público esa morbosa curiosidad por ver cómo se desenvuelven juntos.y revueltos en las cocinas, lo difícil ahora será la nueva edición de anónimos. 'MasterChef' no puede desprender la percepción de repetitivo o su audiencia disminuirá. Ya no valdrá sólo con un casting a priori de perfiles atractivos, este talent show necesitará presentar a sus personajes como una colorista teleserie en la que todo no es como parece a primera vista. Ay, el suspense, tan descuidado en una televisión actual en la que todo se cocina tan rápido porque siempre se repiten mismos patrones. Justo lo contrario que llama la atención a esa audiencia masiva que quiere sorprenderse en una época que cree sabérselas todas porque todo en el prime time es demasiado reiterativo. Los que se atreven a la creatividad con un punto de atrevimiento maquiavélico nos salvarán. Y 'MasterChef' se atreve. 

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