OPINION

El ingenio de 'Salvados' con Carmen Cervera: el arte de no apagar la cámara

Salvados tita cervera
Salvados tita cervera

Termina la entrevista. Carmen Cervera se levanta, camina hacia el otro lado de la cámara y remata con un "muy buena entrevista". La baronesa Thyssen como buena baronesa pone nota a Jordi Évole, que ha hecho una entrevista difícil en la que tan importante ha sido lo que se ha escuchado en voz de Thyssen como lo que el programa hábilmente ha retratado.

Es la habilidad de 'Salvados'. El equipo sabe que hay que grabarlo todo con una ingeniosa amplitud de miras que sabe cuando no hay que apagar la cámara, pues el programa crece explicando al espectador los contextos que rodean a la grabación.

Si en la entrevista a Nicolás Maduro se colocó con agudeza una cámara detrás de Évole y el propio Maduro para realizar un contraplano final, que desveló la multitud de personas que rodean al mandatario venezolano y que, también, estaban inmortalizando el trabajo del equipo del programa de La Sexta. 'Salvados' va, y muestra esa particular escena con una gráfica capacidad de plasmar la sombra del escalofrío de la desconfianzas del mandatario venezolano.

También sucede, de otra manera, en la entrevista a Tita Cervera. La cámara siempre encendida. Da igual que pasen zonas del museo en las que casi no hay luz. Hasta cuando la baronesa demanda la aparición de su asistente para retocar su rostro, la grabación no se frena. Aunque los encuadres de realización sean más toscos. No pasa nada, son valiosos.

La televisión de 'Salvados' ha derribado la cuarta pared. El relato del programa se enriquece con los detalles que, más allá de la entrevista de Évole, describen con una poderosa transparencia a las personalidades que aceptan participar en el programa. Y, en periodismo, los entornos siempre son importantes para enfocar mejor la realidad.

Con Tita Cervera, la jugada les salió bien porque ella se prestó a pasear con Évole y 'Salvados' organizó con una escaleta inteligente el tour nocturno por el museo nacional Thyssen-bornemisza. Está claro que el programa llega al lugar de grabación con un guion bien estructurado que da pie a la improvisación pero sin perder de vista su objetivo. De hecho, 'Salvados' tiene listo un giro final para terminar con la reacción sorpresa del invitado, que también engrandece el gancho descriptivo del documental. En este caso, Cervera recibió un regalo de Évole. Un buen programa no puede ser plano en su desarrollo y 'Salvados' gradúa esa riqueza de acciones para que la información no decaiga. 

Tita Cervera regalo de Évole
El regalo giro final del último 'Salvados'

Una perfección la de crear un retrato pluscuamperfecto que, en cambio, 'Salvados' no logró con el especial sobre VOX. Justo cuando quisieron vender ese especial como un retrato sin entrevista. Aquella edición salió muy bien en audiencias -lo más visto de esta temporada-. Vox da mucho morbo mediático por aquello del arte de la indignación que sube el share, pero periodísticamente esa edición del programa fue un fracaso porque  sólo sirvió para entretener amplificando mensajes 'fake' del partido de Santiago Abascal. Durante su emisión, la desinformación no fue rebatida con rotundidad. El programa sólo fue un altavoz. Eso no es periodismo.

El periodismo televisivo nunca será propagar desinformación, siempre será contextualizar con claridad la verdad y la mentira. Contextualizar con la intuición de saber cuando no hay que dar al pause durante la grabación de las cámaras: una especialidad maestra de 'Salvados' en la que hay que incidir. Más aún en estos tiempos en los que trabajamos y vivimos con una irreflexiva rapidez mental que propicia que el odio de la indignación superficial empiece a ganar la batalla a la responsabilidad de la honestidad crítica.

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