OPINION

El injusto desdén con el que los concursantes de 'OT 2018' tratan a 'Eurovisión'

Concursantes de OT 2018
Concursantes de OT 2018

Ya conocemos los diez temas de los que saldrá la canción que representará a España en Eurovisión. El público ha elegido tres candidatas con sus votos y RTVE ha seleccionado otras siete entre las diecisiete opciones que se habían asignado a (casi todos) los concursantes de OT 2018.

Pronto, en una gala especial sabremos la elegida final que viajará a Tel Aviv. Pero, al menos entre la audiencia, parece que hay una clara favorita: Muérdeme, en la voz de María Villar, que destacó desde el principio. Aunque, en redes sociales, es vox populi que María no tiene interés en la canción ni en acudir a Eurovisión. Su única manifestación oficial ha sido el siguiente tuit: "Muchas gracias a las autoras de Múerdeme por pensar en mí", seguido del emoticono que saca la lengua, usado normalmente cuando hablas en broma o con ironía.

A lo largo de esta edición de OT, mucho se ha comentado sobre la actitud de los concursantes con respecto a la posibilidad de participar en Eurovisión. Sólo Famous, el ganador, expresa sin reparos que Eurovisión es la razón principal por la que se presentó al casting de OT. Noelia también se ha mostrado partidaria tímidamente, pero los demás seleccionados, en general, no han explicitado ningún tipo de pasión o compromiso hacia el concurso europeo. Se han comportado como si no fuera con ellos, también una vez terminado el programa y después de que les asignaran las canciones propuestas. Muy descriptivas fueron sus caras de desinterés y apatía en la charla informativa sobre Eurovisión que les impartieron César Vallejo, Irene Mahía y Fernando Macías, expertos de RTVE en el terreno eurovisivo. Desde luego, implicados no se les percibía.

¿Cómo es posible? Vale que las estadísticas recientes no avalan a España y que las canciones que optan este año no son, a priori, temazos que vayan a trascender... Lo que puede desanimar. Pero no deja de chocar que unos chavales que hace nada contemplaban la industria musical desde el sofá de sus casas desdeñen ahora la posibilidad de formar parte de un festival histórico que es uno de los eventos no deportivos más vistos en el mundo, con 180 millones de espectadores y una promoción ante medios internacionales que abarca varios meses. Una oportunidad enorme por la que muchos artistas matarían (y de hecho así es en la mayoría de los países europeos) y que aquí unos jóvenes recién salidos de un talent show -no todos- se permiten el lujo de tratar con desdén o mirar por encima del hombro. ¿Es el resultado de la mala gestión que España ha hecho de su paso por el eurofestival en los últimos años? ¿Lo que se les ha comunicado a los jóvenes es que Eurovisión es un marrón? ¿O es que estos chicos de OT 2018 ni sienten ni padecen como han demostrado en muchas ocasiones dificultando que el público empatizara con ellos?

Eurovisión es un festival complicado, pero precisamente esto debería ser visto como un desafío por cualquier artista incipiente: porque es una oportunidad para brillar, mostrar quien eres y lo que tienes que aportar en unas condiciones técnicas y de difusión impagables.

Independientemente del puesto en el que se quede, las actuaciones de Eurovisión están hechas para la posteridad, se graban en la retina de millones de espectadores y potencian lo especial de cualquier artista rumbo al futuro. Si no que se lo digan a Salvador Sobral. O a tantos otros que no ganaron pero aprovecharon la oportunidad y triunfaron sin pensar en los puntos que obtendrían. Nadie se atrevería a afirmar que Eurovisión perjudicó a Pastora Soler o a Ruth Lorenzo. Ellas supieron entender el festival y llevarlo a su terreno. ¿Que te puede salir un gallo y generar mofas? Sí, pero también puedes inspirar y enamorar a millones de espectadores. El miedo a hacerlo mal nunca debería ser un motivo para rechazar una oportunidad. Porque sentir vértigo es esencial en cualquier paso que te hace avanzar.

Algunos concursantes de este OT también han dicho que les desmotiva que el festival se produzca en un país como Israel y que no tendrían problema si fuera en cualquier otro... Pero incluso esta posibilidad de acudir a Israel y reivindicar allí tus ideas ante tantos medios de comunicación debería ser considerada un estímulo. Porque si algo ha caracterizado históricamente a Eurovisión es su lucha por las libertades, la diversidad, la visibilidad, el entendimiento, el enriquecimiento cultural sin fronteras... Es el espíritu del festival por encima de cualquier e inevitable connotación política. Aunque los aspirantes de este año no quieran verlo.

Menospreciar el descomunal potencial de una oportunidad y una experiencia vital como Eurovisión, que lleva durante seis décadas siendo trampolín de artistas para la posteridad, quizá sólo es posible desde la soberbia juvenil de los 20 años de unos concursantes con los que el gran público no ha conseguido identificarse del todo. Y este ha sido el principal lastre de este desapasionado OT 2018, pero esperemos que no lo sea también de nuestro paso por Eurovisión en 2019 y que en la cercana gala donde se elegirá la canción se les vea medianamente implicados y profesionales con su cometido. O no terminaremos de entender qué interesa de verdad a estos chicos. Será que ellos ya se ven llenando toda la vida recintos mayores que el de Eurovisión...

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