OPINION

El inquietante precedente que sienta 'GH VIP 7' en el universo del reality de Telecinco

Mila Ximénez, GH VIP 7
Mila Ximénez, GH VIP 7

Gran Hermano revolucionó la televisión hace dos décadas porque trajo la tele-realidad sin ningún eufemismo. Unos concursantes encerrados para protagonizar el culebrón de su propia vida durante tres meses. El guion lo realizaba la convivencia incomunicada del exterior, detalle que además regala al espectador el poder de contar con más información que los propios participantes del juego. Y así el programa se transformó en boom de audiencias porque transmitía verdad, que es la gran materia prima de la televisión. 

De hecho, cuando algo parecía artificial o forzado, en Gran Hermano se denunciaba. Incluso se gritaba 'manipulación'. La audiencia lo rechazaba. Se indignaba. Pero ya no. El formato ha evolucionado tanto, que GH VIP 7 ya sienta firmemente el gran precedente: el público ya no castiga que todo huela a prefabricado. Los espectadores fieles han asumido que el show ya es como un vodevil que les sirve para entretenerse y evadirse, con personajes que ya no son anónimos, son habituales de la televisión y, por tanto, vienen de casa con tretas para mantenerse en el culebrón que promueve Telecinco. Y sobreactúan si hace falta, mucho incluso, provocando algo más parecido a sketches más que reflejos de realidad. 

No es necesario que los creadores del programa fuercen tramas, estos participantes maquinan sus propios enredos para que la cámara no dejen de grabarlos. No obstante, son una especie de yonquis del dinero fácil que supone participar en estos shows y de la fama que conlleva, que puede conducirles a otros programas o realities de la cadena (en GH VIP se siembran conflictos para el posterior 'GH Dúo' y, después, para 'Supervivientes'). La mayoría hasta comparten agencia de representación. Los que se pelean, se enamoran o desamoran son llevados casualmente por la misma compañía de management, Telegenia. Todo queda en el mismo negocio para que la rentabilidad de sus carreras (y de la agencia) no decaiga. 

Los llantos de diva del maestro Joao, los enamoramientos de Adara, el histrionismo de Hugo Castejón, los ataques de ansiedad de Mila Ximénez... Cada pieza del puzle de este sainete encaja pero con un tono de intensidad melodramática que no acostumbraban las anteriores versiones de GH, que al menos parecían esforzarse más por mantener la apariencia de realidad. Ahora se potencia la pantomima. Si Joao entra en el confesionario claramente sobreactuado, la situación se alarga y refuerza. Después meten a dos de sus supuestos ex amantes para que se peleen entre ellos y el esperpento está servido. Nadie se cree nada, pero qué más da. Al fin y al cabo, han descubierto que los espectadores del programa también se ríen de lo caricaturesco y el share no flaquea. Entonces, ¿para qué van a preocuparse de que lo que sucede en esa casa y entre esos personajes resulte mínimamente realista?

También ha saltado por los aires la incomunicación que exigía GH para mantener esa sorpresa de la reacción de los concursantes al encontrarse en la salida, de golpe, con todo lo que había pasado ya en el exterior. Ya no hay tiempo ni para este retiro. El formato maneja muy bien la información del exterior para ir dosificándola o lanzarla de golpe a los participantes y que surjan nuevas tramas. Ya hasta con tuits que leen. Es una de las pocas armas que queda al programa para descolocar a este casting de personas sin demasiados escrúpulos, que creen sabérselas todas para perpetuarse en la tele. Y algo saben. Son capaces de inventarse una perturbadora vida para triunfar en la tele-realidad a base de broncas vacías. GH es ya la nueva ficción favorita del público de Telecinco. Y, por momentos, a sus artífices parece importarles poco que el formato recuerde cada día más a aquellas 'Mentiras peligrosas' de Leticia Sabater en un canal local llamado Canal 7. Sólo falta colocar unos secadores de pelo como infalible máquina de la verdad.

@borjateran

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