OPINION

El late night español por delante de la TV norteamericana

Late motiv en casa
Late motiv en casa

Las televisiones de otros países han observado la destreza con la que la televisión en España ha sabido seguir produciendo con creatividad, compromiso y responsabilidad sus grandes programas a distancia a pesar del confinamiento por la crisis sanitaria a la que asistimos.

'Late Motiv' de Andreu Buenafuente fue el espacio más rápido de reflejos en entender que debía seguir. Aunque tuviera que ser en casa, lejos de su plató. El formato de Movistar y El Terrat ni siquiera paró un día la emisión.

Desde entonces, y ya va casi un mes, el late night de Buenafuente no ha faltado a su cita en las noches de lunes a jueves. No ha dejado de acompañar al espectador articulando un interesante juego de complicidad entre colaboradores e invitados que logra el equilibrio entre entrevistas, tramas de cómicos habituales -Raúl Cimas, Berto Romero, Maruja Torres, Bob Pop, Silvia Abril...- y reflexión. Un resultado que miran de reojo desde otras cadenas internacionales.

Pero los late night norteamericanos no han debido sintonizar 'Late Motiv'. Aunque en España se les llevara semanas de adelanto en la crisis sanitaria. Dicen que son los grandes titanes de la televisión, pero la televisión norteamericana se está quedando atrás. No avanza tanto como debiera en imaginación. Y lo demuestra la manera en la que, a pesar de sus grandes medios y presupuestos, han afrontado la forma de llevar sus programas a casa.

Todos los grandes presentadores, de Ellen DeGeneres a Jimmy Kimmel, muestran sus lujosas mansiones. Fantasía para los espectadores más indiscretos. Jimmy Fallon hasta tiene un gran tobogán rojo que comunica dos plantas de su casa. Un sueño que sirve de decorado practicable para estos días que realiza el late night más mítico de Estados Unidos, 'Tonight Show', desde su hogar digno de telefilme navideño. 

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Sin embargo, están demostrando ser muy conservadores en las decisiones. Los grandes programas de comedia se han transformado en una especie de condescendientes shows de testimonios. Imitan a Oprah más que a los payasos de la comedia, que solían ser más osados a la hora de acoplarse a un escenario de este calado.

Y, sorprende, porque ya que disponen de los medios técnicos para hacer televisión y no videos que podrían ser 'directs' amateurs de Instagram. Los programas intentan mantener su estructura con un monólogo introductorio más sosegado, incorporando rótulos hechos con cartulinas en casa -esto está genial- y conectando por webcam con dispares protagonistas que aportan su mirada. También Ellen DeGeneres sigue proponiendo sus delirantes juegos. Aunque ahora sean vacilando a su productor ejecutivo, Andy, en el jardín de la casa mientras promueve retos como #plankthatsong sobre, digamos, cantar tumbado. Hasta ahí bien, en su obsesión de buscar el entretenimiento participativo que visibiliza el show con las redes sociales.

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Pero estos formatos no están a la altura de la veteranía de la industria audiovisual norteamericana. La estética de los shows recuerda más a tutoriales de Youtube que televisión. En España, formatos como 'Late Motiv', han intentado solucionar las carencias de las emisiones que tiran de mucha webcam de los entrevistados apostando por el diseño que crea una estructura de ventanas superpuestas gracias a un grafismo que otorga más entidad y calidez profesional al show. Grafismo que se mantiene durante toda la emisión. De principio a fin. Como imitando a una videollamada, pero con carácter propio. Así se frena y dota de un envoltorio más acogedor a la tristeza de la pobre calidad de la señal de video. El grafismo de continuidad puede ser un personaje más. Hasta mutándose en una playa virtual con motivo de las vacaciones de la Semana Santa. Algo es algo.

Late motiv semana santa
Buenafuente rodeado de una playa virtual en el 'Late motiv' de este jueves.

Es importante en televisión proyectar una continuidad que fomente una coherencia global del programa. También en el ámbito de lo estético. Si no puedes hacer el late night en el plató, debes adaptar el formato para amplificar la experiencia de visionado y que no sea sólo una sucesión de videollamadas pegadas como a retales. Y es a lo que remite la mayor parte de los programas que han vuelto a la emisión norteamericana tras unos días de parón pensando qué hacer. Pero siguen en shock. Es normal. Aunque, esta vez, quizá deberían haber mirado a los países que tuvieron que tomar medidas antes.

La cultura es parte intrínseca de la vida. Y sin la cultura la salud mental implosionaría en días de confinamiento. Ahí está siendo crucial la televisión que es valiente y va más allá de la condescendencia que te deja paralizado. Por una vez, el género del late night español ha ido por delante de los norteamericanos en capacidad de reacción y en capacidad de tacto con la situación. Más rápidos, más modernos visualmente, y hasta más maduros en la manera constructiva de enfocar los contenidos y la cruda realidad.

En España el late night no tiene a sus espaldas seis largas décadas de historia, pero nuestros late nighs -que ni sabían que eran late nights- siempre tuvieron menos corsés para hablar el mismo idioma que su audiencia. De José María Íñigo a David Broncano, pasando por Andreu Buenafuente que está corroborando que probablemente sea el gran autor del género del entretenimiento de la televisión española actual. Porque, como Chicho Ibáñez Serrador -lee sus trucos televisivos-, la entiende en su máxima expresión, mezclando tecnológico y teatral. Y lo teatral, vital, lo estamos olvidando. Los norteamericanos, maestros en ello, también.

¿Qué es 'lo teatral'? Es la artesanía de la imaginación, es la tele que no descuida los detalles hasta cuando parece imposible cuidar los detalles. Pero los detalles están en la capacidad de escuchar los pequeños matices, no en quedarse atascados en el bucle de los trazos gruesos de la lágrima obvia o la intensidad básica que coge fuerza en cualquier atolladero emocional.

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