OPINION

El magistral final de la emisión de 'OT', digno de película musical... romántica

Alfred y Amaia beso
Alfred y Amaia beso
Alfred y Amaia beso
Cuando la técnica televisiva se entremezcla con la magia de lo inesperado.

En televisión es tan importante un buen comienzo argumental como un buen final emocional. En los capítulos de las series pero también en los programas de entretenimiento, en los informativos, documentales e incluso en los canales 24 Horas de los reality shows.

El equipo del canal de Operación Triunfo ha ido entendiendo esta clave de la televisión y, a diferencia de las emisiones frías del canal de Gran Hermano, ha apostado por una realización más complice con el espectador. Incluso más traviesa.

Aunque a veces esa realización cuenta con lagunas por mejorar, es un hecho que en los pases de micros -los ensayos de las galas, que crean tanta expectación entre los usuarios de las redes sociales-, se juega con los planos de reacción de los concursantes, profesores o contrincantes, en el caso de las actuaciones de los dos nominados de cada semana.

Pero, además, con la evolución de las vivencias y convivencias de la Academia en estos meses, el equipo de realización -que retrata en directo todo lo que ocurre dentro de la escuela-, ha comprendido el valor de incorporar técnicas narrativas que enriquezcan la historia que retransmiten sus cámaras. Porque el poder de OT es que cuenta con historia: las cámaras no sólo graban, las cámaras cuentan una historia.

Uno de los grandes ejemplos sobre la importancia de cuidar esa realización visual, para enriquecer el programa y convertirlo en una magnética historia con un tono emocional definido, ha sucedido esta semana, el pasado miércoles 17.  Justo cuando se iba a cortar la señal de emisión hasta el día siguiente y se iba a introducir la 'carta de ajuste', Amaia y Alfred cantaban "Todo mi amor eres tú". Y, aunque se terminó el tiempo del horario estipulado de emisión, la realización no cortó de cuajo. Esperó a sus protagonistas. Miró a sus protagonistas. Escuchó a sus protagonistas. Y, de fondo, fue apagando las luces de la Academia, creando un sensible clímax de desenlace en el ojo del espectador.

Poco a poco, las luces se fueron apagando hasta dejar en un tenue contraluz a los dos concursantes, que se les intuía enamorados, que seguían mirándose y cantándose.

Con esta táctica de apagar las luces y mantener el plano de emisión, el equipo de programa otorgaba un toque más emocional al final de un día en la academia. Pero, además, en ese instante, surgió la magia: Alfred besó a Amaia. Entonces, la oscuridad se hizo por completo en la escuela. Y se escuchó un suspiro de la propia Amaia. En riguroso directo, la casualidad bien mostrada por la intuición televisiva creaba una apoteosis perfecta digna de la teleserie juvenil: dos talentosos cantantes mirándose enamorados mientras interpretan un clásico.

Un cierre de emisión perfecto de guion que representa este OT donde lo calculable a nivel televisivo se ha fusionado con la espontaneidad más imprevisible de unos chicos que son luminosamente ellos mismos con todas sus consecuencias. Incluso cuando se apagan las luces, siguen brillando.

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