OPINION

El mejor programa navideño de los últimos diez años

Especial TVE Joan Manuel Serrat
Especial TVE Joan Manuel Serrat
Especial TVE Joan Manuel Serrat
Serrat riéndose de Serrat.

Las cadenas de televisión no están brillando en esta Navidad de 2017. La reposición ha ganado a la imaginación. En unas fiestas en las que era habitual que los canales aprovecharan para experimentar con sus contenidos, ahora hay que retrotraerse a 2014 para encontrar el mejor producto navideño del panorama televisivo de los últimos diez años.

Se trata de Antología desordenada, el especial de Nochebuena que TVE dedicó a Joan Manuel Serrat y que es una lección maestra de que la televisión musical debe narrar una historia a través de la música. Y eso no se logra quedándose en el mero desfile de canciones de promoción. Vamos, lo que ha sucedido en los especiales navideños de este año.

Bajo la dirección de Santiago Tabernero, la realización de Luis Campoy y el guion de Paco Tomás, este formato protagonizado por Joan Manuel Serrat consumó una coreografía perfecta de elementos. Empezó con unos créditos como si de una película se tratara y terminó también como si de una (buena) película se tratara: con un final que no te esperas.

El programa tenía a su favor que contaba con la mejor materia prima, los icónicos temas de Serrat, pero a la vez estos se conjugaron a través de un guion que iba armónicamente hilado gracias al humor de hoy de Joaquín Reyes (parodiando al propio Serrat) y unos vídeos recurrentes que mostraban a Joaquín Sabina, al de verdad, deambulando por unos vacíos Estudios Buñuel, poco antes de ser derribados.

Sabina iba acompañado de Carlos Latre, metido en la piel de una supuesta representante petarda del cantante. Ambos, cantante y 'representanta', fueron los actores inesperados de la trama transversal de la emisión: la búsqueda de Serrat por unos míticos estudios vacíos, esperando su demolición. Esta búsqueda fue incentivando en el espectador un interés extra por el show, a la espera del encuentro entre Serrat y Sabina.

Una táctica de guion que define la importancia, también en el show de entretenimiento musical, de sembrar un cliffhanger, que llaman los norteamericanos y que, en español, sería algo así como dibujar una apoteosis que deje al público pegado con emoción a la pantalla.

En ese viaje con trazar una trama argumental,  el especial de Serrat fue una lección creativa, ya que, al final, no sucedió lo que el espectador esperaba: el dúo entre Serrat y Sabina. No, en realidad, hubo un giro "dramático" que dio la vuelta a los créditos del programa con un travieso guiño que supuso el colofón a un guion no exento de cierta autocrítica. Ay, lo importante que es la autocrítica. También en televisión.

Y todo se vio (y escuchó) a través de una realización de imágenes y luces magistral. Especialmente hermosa la grabación de la actuación de Serrat con Pablo Alborán. Este momento fue rodado en los almacenes de decorados en Prado del Rey, con el artístico envoltorio de un suelo lleno de chorretones de pintura que va dejando la construcción (y a veces destrucción) de los decorados. Este elemento fue aprovechado por el realizador, creando encuadres de postal durante una actuación en catalán. Porque en TVE también se puede cantar en catalán. Y no pasa nada. Lo hizo Serrat con Alborán o Estopa.

También por allí estuvieron Ana Belén, Victor Manuel, Miguel Ríos, Forges o Wyoming (que fue sorpresa, ya que no había salido en los créditos del principio). Cantaron, claro, pero también compartieron retazos de su vida.

Así, este especial de TVE, visto con el poso del tiempo, deja la enseñanza de que la música en televisión traspasa si no se queda en el inconexo batiburrillo de canciones y humor e intenta ordenar esas canciones y humor a través de un guion coherente que otorgue de un hilo argumental el show. Un hilo argumental que va hacia algún lugar definido para pillar desprevenido a la emoción del espectador.  Y eso es contar una historia, esencia de la televisión, y eso parece que se ha olvidado.

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