OPINION

El mercado de la emoción en TV: el 'morbotainment' lo impregna todo

Carlos Sobera con Ana Obregón en 'Volverte a Ver'.
Carlos Sobera con Ana Obregón en 'Volverte a Ver'.

Telecinco ha ido abriéndose hueco, sigilosamente, en la noche de los viernes con 'Volverte a ver'. Se trata de una versión no oficial de 'Hay una cosa que te quiero decir' con Jorge Javier Vázquez que, a su vez, llegó a España con el nombre de 'Tengo una carta para ti' en Antena 3.

La sinopsis de este formato podría resumirse en el espectáculo del testimonio triste con sorpresa feliz en plató. El morbo pasado por el pasapuré del carisma de Carlos Sobera como maestro de ceremonias, ya que relaja el sensacionalismo con su campechano tono constructivo.

'Volverte a ver' es lo que se denomina un formato de 'emotainment', un género en alta demanda por parte de las cadenas. El 'show de la emoción' es tan ansiado que todo se está convirtiendo en un 'emotainment'. Hasta los informativos o los documentales de reputados canales.

Que la emoción es el motor de la televisión no es nada nuevo. Desde siempre, el éxito de los programas y series está en su capacidad de contagiar sensibilidad en el espectador. Más aún si se sustenta en una verdad que identifica al público con el protagonista televisivo.

Lola Flores brillaba en las entrevistas de José María Iñigo en los años setenta y ochenta porque era imprevisiblemente transparente y desprendía emoción. No es nada nuevo, pero ahora esto se denomina 'emotainment'. Queda más moderno.

El problema es cuando se quiere impregnar todo de 'emotainment' en busca de ese culebrón que atrapa al espectador. También en los informativos, que no deben ser un 'emotainment' o desvirtuarán el compromiso de credibilidad con el espectador. No todo debe emocionar como se entiende desde el prisma del actual género catódico del 'emotainment'. La emoción es mucho más amplia que forzar historias de superación para exprimir una lágrima fácil en un programa.

Emocionar es también descubrir a un cantante que te desmonta todos los prejuicios en un formato como 'La Voz' o 'Got Talent'. Recuérdese Susan Boyle. Emocionar es reírse a carcajada limpia con un sketch de Martes y Trece. Emocionar es sorprenderse con una imitación sublime de 'Tu cara me suena'. Emocionar es aprender un increíble dato práctico que desconocías a través de una pregunta a Los Lobos en 'Boom'. 

La tele es eso: emocionar, sí, pero emocionar en el amplio y transversal televisivo de la palabra. Lo malo es que muchas veces la tele reduce emoción al cliché más sensacionalista de hacer llorar. Esa sensación que no se logra si el programa no hurga en la herida de la tristeza de manual. Eso no es emoción, eso es 'morbotainment'.

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