Adiós (por ahora) a una serie que ha hecho historia

'El Ministerio del Tiempo', Bertín Osborne y cuando la ficción retrata la patria

La ficción, creada por Javier y Pablo Olivares, ha sido un punto de inflexión en la forma de consumir televisión. En cierto sentido, porque ha recuperado con destreza la osadía imaginativa de la televisión clásica.

El Ministerio del Tiempo.
El Ministerio del Tiempo.
Borja Terán

Bertín Osborne, presidente de España en 2028. Ganó las elecciones bajo el lema 'Mi patria es la tuya'. El último capítulo de 'El Ministerio del Tiempo' nos llevó al futuro, un futuro donde se compran niños por cinco millones de pesetas. Sí, porque ha vuelto la peseta después de que España se fuera de la Unión Europea. Serán sarcásticos los de 'El Ministerio'...

Aunque, visto lo visto, ya nada parece ni siquiera una distopía. De hecho, el éxito que ha convertido a esta serie en un fenómeno social es su capacidad para radiografiar cómo somos a través de la combinación maestra de fantasía y realidad. El tebeo traído con ingenio a la ficción de cualité de hoy. Bueno, es que eso es la buena ficción de siempre, la que no mira para otro lado y sabe tomarnos el pulso.

Y 'El Ministerio del Tiempo' nos ha tomado el pulso. Vamos que si nos ha tomado el pulso... Tanto con las tramas patentes, como en los guiños latentes. El guion ha bailado pegado a inspiradoras referencias constantes. Incluso con habilidad para la autocrítica, necesaria y también escasa en la televisión de hoy. Y siempre sin miedo a que todos no entiendan todo. Porque en televisión no siempre hay que comprender cada paso. Al contrario, indagar genera más atención en tiempos de despiste colectivo. 

Así, la historia ha ido cimentando un vínculo gigante con su audiencia, alcanzando esa relevancia que recuerda la función máxima de TVE. Porque 'El Ministerio del Tiempo' es, en cierto sentido, un homenaje a las grandes ficciones de TVE. De aquellas 'Historias para no dormir' de Chicho a aquella 'Brigada Central'. También a los grandes actores, a los experimentados actores. Ese inmenso Jaime Blanch, sin ir más lejos. 

En una época en la que da la sensación de que los algoritmos dicen lo que funciona (o no) y calculan en qué momento de la trama hay que colocar el apasionado beso para triunfar (o no), 'El Ministerio del Tiempo' es una serie libre de prejuicios audiovisuales y rompe con esa factoría en cadena de historias cortadas por patrones globales establecidos para lanzarse al riesgo de la sensibilidad comprometida con el mundo tangible que te acoge.

Y, claro, el último episodio ha sido como un viaje de despedida de alguien que quieres mucho, que necesitas abrazar pero no puedes. Pero que, en cambio, a ti sí te abraza. No te suelta. Es más, te hace pensar. Porque 'El Ministerio del Tiempo', creada por Pablo y Javier Olivares, ha conseguido su principal misión por y para España: algo así como la experiencia de reconciliarnos con nuestra verdadera patria, que no es la del eslogan de Bertín, es otra cosa menos fanfarrona y más sensible, menos posesiva y más diversa, menos obediente y más responsable, menos grande y más libre.

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