ANÁLISIS

El regreso del 'Grand Prix' (que siempre planea)

RAMON-GARCIA-GRAND-PRIX
RAMON-GARCIA-GRAND-PRIX

El éxito del 'Grand Prix' marcó a varias generaciones. Y las cadenas de televisión han ido recuperando su fórmula de entretenidos juegos con algún que otro trompazo de los concursantes. Ahora, en este sentido, Mediaset prepara una especie de retorno de 'Juego sin Fronteras', que será eso mismo: ciudades compitiendo con otras capitales europeas a través de diferentes pruebas. Antes, las cadenas también lo han intentado con espacios como 'Ninja Warrior'. Yincanas espectaculares que son protagonizadas por deportistas, en su mayoría de cuerpo perfecto. Pero, sin embargo, estos formatos no han trascendido tanto como el 'Grand Prix del Verano' porque el golpe de efecto de su dinámica se quedaba sin el trasfondo emocional que sí lograba el programa de Ramón García con ayuda de siete pilares cruciales en el entretenimiento televisivo.

1. La realidad cotidiana

'El Grand Prix' hablaba de su sociedad.. No había casting calculado de personas atléticos. Jugaban los pueblos de España con esa ilusión de ir a la televisión con tus vecinos para fardar de tu población y, a la vez, pasándotelo bien. No se prefabricaba el casting, directamente reflejaba la realidad cotidiana de cada lugar. Y eso es identificable. Y eso es imperfecto. No eran superhombres y supermujeres, eran gente como cualquier espectador. Y, por eso mismo, el programa transmitía más verdad. Porque era gente de verdad, sin disfraz. 

2.. Los alcaldes sin siglas políticas

Como máximos representantes del pueblo, los regidores de cada villa contaban con su protagonismo en el transcurso del concurso. Pero dejaban fuera sus siglas de partido para salir de su área de confort para participar en pruebas surrealistas o la ronda de preguntas final. La audiencia intentaba averiguar las siglas del dirigente político al mismo tiempo que lo veía vulnerable, lejos de su hábitat en un luminoso plató de televisión.

3. Los vips

Los alcaldes no estaban solos, iban acompañados de padrinos famosos. Eran el contrapunto lógico para generar curiosidad en el público. Se implicaran más o menos, pero sobre todo despertaban esa curiosidad indiscreta del público para ver cómo eran de hábiles cuando les tocaba salir al ruedo e intentar que no les estallara en la cabeza un globo que no paraba de inflarse llamado 'la patata caliente'.

4. La vaquilla

La primera edición de 'El Grand Prix' se llamó 'Cuando calienta el Sol'. No funcionó tanto como el posterior formato porque no contó, entre otras cosas, con un elemento representativo que retratara el país. Así se incluyó la vaquilla como icono del concurso. Y en televisión son importantes los iconos. Y ese icono plasmaba la ingenuidad de una innegable cultura popular española, lo que otorgaba al formato más identidad autóctona.

5. El tiempo para crear el acontecimiento

Una de las claves de 'El Grand Prix', que supone uno de los problemas de la televisión actual, es que el formato no confundía ritmo con estrés. Se tomaba su tiempo para presentar las pruebas e incluso para arrancar el show... Por eso mismo, contaba con una pegadiza (y larga) sintonía que servía para introducir al espectador en la atmósfera del espectáculo. Así se ayudaba a generar la percepción en el ojo del espectador de que asistía a un acontecimiento grandilocuente y único. Un evento festivo que no era sólo un programa, era una cita especial. En cambio, en la tele de hoy se intenta acelerar cualquier prolegómeno hasta impidiendo que, en ocasiones, se comprenda la dinámica del programa. Es crucial marcar el tono del contenido sin pausa pero tampoco con prisa.

6. El presentador transversal

La figura del presentador es imprescindible para que funcione o no un programa de televisión. Es evidente, aunque por momentos parece que se olvida.. Ramón García es uno de los pocos presentadores de nuestro país que sigue contando con el oficio para enriquecer el relato del programa.. No sólo comunica bien, lo que siempre se presupone, también entiende las necesidades de un plató de televisión con todo lo que conlleva el trabajo en equipo y la técnica. Así consigue que, por ejemplo, complejos formatos como 'El Grand Prix' o 'Qué apostamos' fueran algo más que una sucesión de pruebas. Ramontxu saca jugo a los protagonistas de su show con la habilidad de mezclar profesionalidad, sensibilidad y un toque de espontáneo humor y hábil ironía.

7. La espontaneidad genuina

Y para lograr todo lo anterior este concurso contaba con el extra de permitir conocer mejor a nuestro país a través de sus gentes jugando. Eso era el 'Grand Prix'. Y eso, de una u otra forma, siempre es un valor televisivo: descubrir cómo somos retratando cómo somos. También a través de los programas de entretenimiento que nos identifican y que, al final, nos unen. Por eso, de una u otra manera, siempre planea un regreso de este tipo de formato. Pero el problema es que los intentos de retorno de la fórmula, bajo otras marcas, han sido fríos y jamas han logrado simbolizar la diversidad, picaresca  y peculiaridad de un país de contrastes.. Justo lo que lograba 'El Grand Prix del Verano'.

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