ANÁLISIS

El spoiler de 'El Precio Justo' para intentar llamar la atención ante el boom de 'Pasapalabra'

Carlos Sobera en 'El Precio Justo'
Carlos Sobera en 'El Precio Justo'
Telecinco

Telecinco no ha dudado en anunciar durante el pasado fin de semana que este lunes entregaba el escaparate final de 'El Precio Justo'. Las promociones de la cadena han mostrado hasta al concursante celebrándolo, quizá para que no exista duda ni de quién iba a ser el triunfador.

Pero, en realidad, esta medida ya sólo es una estrategia a la desesperada para intentar dar a conocer un programa que compite con un 'Pasapalabra' sin rival, que pulveriza audiencias. Se puede pensar que este escaparate final, cargado de "grandes" premios a calcular su coste, es un apoteosis equivalente al famoso rosco. Aunque no tiene ni la misma emoción ni la misma épica ni siquiera atesora un bote millonario. Esto no es un detalle menor, los premios también retratan el punto en el que está la sociedad y sus intereses. Lo muestra muy bien la historia del 'Un, dos, tres...'. El mítico concurso empezó con concursantes ansiando una cocina. Sólo una cocina equipada era ya un premio top en aquella España en blanco y negro de hace 49 años. Después, se pasó a un coche como lo mejor que te podía pasar al ir a ver a Mayra Gómez Kemp y, más tarde, el famoso apartamento. Primero en Torrevieja, después en 'Marina d’Or. Ciudad de Vacaciones'. También muy descriptivo de cómo evolucionó la construcción española... Las expectativas de las aspiraciones de la audiencia evolucionaban al ritmo del país. En eso, 'Un, dos, tres' también fue hábil para retratar la sociedad española con sus ilusiones, con sus necesidades e incluso con sus prejuicios.

Ahora, lo que anima el interés de un juego no es la posibilidad de ganar un coche o un apartamento: la audiencia se asombra con una millonaria suma económica. De lo contrario, el espectáculo parece flojo. Así que las bondades de 'El Precio Justo' son otras. Su fuerza está en su lado costumbrista: en ver a gente de calle fallar humanamente precios que están al alcance de todos. Porque todos podemos jugar, ya que gran parte de los productos que van apareciendo son habituales en las compras cotidianas de la sociedad. Es, por tanto, el concurso más democrático. Es asequible para todos los públicos.

Al final, 'El Precio Justo' tiene mucho de tómbola con juegos que podrían ser de feria de verano. La debilidad que atesora su dinámica es que no otorga demasiado tiempo para coger cariño a los concursantes y Telecinco necesita vender su apuesta con energía para intentar atraer al público cuanto antes. Así que, una vez más, con la anticipación suficiente, se ha anunciado el día y la hora en la que se entrega el premio del show para que nadie se lo pierda y, de paso, arañar alguna décima a un rival tan sólido como es 'Pasapalabra' en Antena 3. Aunque sólo sea durante una jornada.

Estrategia para intentar elevar la cuota de pantalla. Hace una semana se realizó algo parecido, se dijo que se iba a entregar el escaparate en los próximos días pero sin decir el día. Finalmente, en esta segunda oportunidad, ya se ha hecho el spoiler al completo como un último cartucho con el que atraer la curiosidad del espectador. No obstante, se trata de una estrategia controplacista que representa la sociedad en la que vivimos donde se priman intereses a corto plazo que no analizan las consecuencias en el porvenir del canal, la tele y su audiencia. Sucede lo mismo en la actual política y en otros ámbitos de gestión.

Por subir share en un día, devaluamos la fidelidad cotidiana del espectador. Una fidelidad que se afianza con ayuda de uno de los grandes pilares de la televisión: la imprevisibilidad del pensar que cualquier día puede pasar. El creer que, en cada programa, estamos asistiendo a una emisión especial, genuina, emocionante. El sentir que en cada emisión alguien puede llevarse el bote o el escaparate. Esa es la gracia perdida. La audiencia de 'El Precio Justo' pensará que si no es avisada con anterioridad no habrá premio gordo y, entonces, irá perdiendo la atención por un programa trepidante que, tal vez, no ha regresado en el momento y lugar adecuado. 

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