OPINION

El arte más difícil que logra 'Cuéntame', la serie que nos une

Familia Alcántara, Cuéntame
Familia Alcántara, Cuéntame

"La fuerza de la gravedad hace que todos los cuerpos se atraigan entre sí. Gracias a ella, los planetas del sistema solar no se van desperdigando, sino que se mantienen unidos. Es una fuerza que disminuye con la distancia y aumenta cuanto mayor es la masa de los cuerpos". Lo dice la voz adulta de Carlitos Alcántara en el desenlace del episodio 346 de Cuéntame cómo pasó. Lo narra cuando Antonio Alcántara y el propio Carlos están viendo la inmensidad del universo en el Planetario de Madrid.

La locución busca ser una metáfora de la intensa relación entre los Alcántara, sí. Pero también representa el vínculo que ha construido en casi dos décadas Cuéntame con su público, que somos todos. 346 capítulos después, la serie de TVE y Ganga mantiene la suficiente masa para mantenernos a todos unidos frente a ese televisor, orbitando alrededor de una familia con un magnetismo del que es imposible escapar porque representa la diversidad de un país en toda su complejidad.

Y la complejidad en televisión, como en la vida, se representa a través de detalles. Cuéntame es un ejercicio de detalles, que van desde el primer plano de la mirada transparente de Mercedes Alcántara, interpretada por una sublime Ana Duato, a la ingeniosa selección musical de simbólicos hits de cada época representada.

La suma de esos detalles hacen que cada capítulo comprima con maestría  la historia de la España anónima, la de la gente. Incluso atreviéndose a una versatilidad creativa -en este episodio 346, escrito por Joaquín Oristell, el hilo narrativo va marcado por la intensidad del paso de las horas en las que se lleva al límite a los personajes- que no afecta al tono de conjunto de la serie porque el objetivo  de la producción siempre está meridianamente claro: abrazar la apoteosis de la emoción cotidiana. No la emoción sensiblera, la emoción terrenal de un público que se siente reflejado en los Alcántara. Son como su familia. Aunque tal vez, en conjunto, no se parezcan a su familia.

Pero los Alcántara sí que representan al país y a la pluralidad de sus familias con la diversidad de sus problemas. Familias con sus inspiraciones, con sus desilusiones, con sus frustraciones, con sus diferencias, con sus complejidades, con sus silenciosos dramas. Y sin trinchera ideológica. Ese es uno de los secretos del longevo éxito de la serie. Estamos ante una ficción que consigue sentar a los españoles frente al televisor a emocionarse, juntos, con lo relevante de sus vidas.  Y no con lo superfluo. 

En tiempos de opinión polarizada en las redes sociales donde se magnifica el márketing de la contienda de la proclama política básica, Cuéntame sigue uniendo a todo tipo de audiencias sin trincheras. Todos juntos. Todos compartiendo una serie que vio nacer su trama en el peliagudo contexto de la España en blanco y negro del franquismo y casi ya está acercándose a la catarsis de las Olimpiadas y la Expo, punto álgido de nuestra historia. La serie consigue que olvidemos lo que nos diferencia para que nos emocionemos con todo lo que nos une. Es el superpoder de Cuéntame. Es su fuerza de la gravedad. Y lo ha logrado porque ha puesto en valor la ingenuidad de un país intentando prosperar, aprendiendo de sus cicatrices y hasta cayendo en las trampas de su propia historia. Un país que, a veces, en lo importante, prefiere callar a hablar. Como en esa escena final de este episodio 346 con todos comiendo paella como si no hubiera pasado nada. 

Cuéntame nos devuelve a esa ingenuidad de la España con la que crecimos y crecemos. De ahí que los Alcántara sean un chute de emoción cristalina porque la serie logra con astucia, rigor, ternura, elegancia y riesgo el arte más difícil: el de mostrarnos como quisimos ser y como terminamos siendo.

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