OPINION

El triunfo de 'Vivir sin permiso': claves de un éxito para Telecinco

Vivir sin permiso
Vivir sin permiso

Vivir sin permiso no cuenta con una historia realmente novedosa. Vivir sin permiso no cuenta con una dirección de actores realmente destacable. Vivir sin permiso no cuenta con una fotografía realmente acogedora. Y, sin embargo, Vivir sin permiso, que vive su apoteosis esta noche, ha sido realmente un éxito con el que Telecinco saca pecho.

Porque el acierto de los creadores de Vivir sin permiso es que han sabido construir una serie perfecta para la idiosincrasia del canal en el que se emite, donde para destacar empieza a ser crucial conquistar a esa base de público que siempre está con el automático puesto en Telecinco para luego, después, atraer a otros targets.

La historia de Vivir sin permiso conecta con los contenidos habituales de una emisora que acompaña a un espectador que pretende evadirse y no complicarse demasiado la cabeza. En ese sentido, Vivir sin permiso en un culebrón clásico. De hecho, por el tratamiento de las tramas, la calidad de interpretación y la mecánica de rodaje podría ser un culebrón de tarde. Pero no, en Telecinco está en el prime time del lunes en el que acumula una excelente media de un 18,9 de share y 2.686.000 espectadores.

Esta vez, ha funcionado la táctica de repetir la fórmula de fenómenos como Sin tetas no hay paraíso y El Príncipe con una serie que es un frankestein de personajes clichés que van equilibrando la trama sin importar que su aparición sea orgánica o gratuita: malos malísimos, guapos de manual (sin camiseta).... Pero, además, Vivir sin permiso ha liderado en audiencias porque Telecinco ha acoplado bien el producto en su ADN de realities y corazón. 

Jose Coronado haciendo de Jose Coronado vende a la perfección la serie entre el público base de Telecinco. Porque la audiencia de Telecinco conoce a Coronado como también a Álex González. Con y sin camiseta. Da igual que interpreten mejor o peor a sus personajes, lo importante es que propician reportajes en revistas que promocionan la serie y despiertan cierto grado aspiracional en los afines de Mediaset.

No menos importante es que el canal ha ubicado el producto con destreza en una noche en la que ya tenían afianzada una cita con la ficción. Y, de paso, han esquivando duras competencias. Aunque esta temporada no han existido grandes competencias. Así que Vivir sin permiso tampoco ha tenido grandes rivales. El único choque importante con el que ha lidiado ha sido Estoy Vivo de La 1, buena serie que está desgastada por una nefasta estrategia de programación que desfidelizó a sus habituales.

Vivir sin permiso, en cambio, demuestra la importancia de saber en qué canal estás y producir contenido a tono con el momento de existencia en el que se encuentra esa emisora. Ahí la historia de Nemo Bandeira ha acertado. Probablemente esta serie no traspase y no se quede en la memoria colectiva como otras ficciones, tampoco en el imaginario social como sucedió con Sin tetas no hay paraíso o El Príncipe. Quizá porque remite demasiado a un cóctel descafeinado entre Sin tetas no hay paraíso y El Príncipe. Pero sí ha cometido su función del aquí te pillo aquí te atrapo de Telecinco: evadir en el ruedo de emisión tradicional de un canal que tiene claro el público para el que trabaja. Aunque ese tipo de público televisivo esté cambiando más rápido que nunca.

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