ANÁLISIS

El valor de TVE, el talento de la experiencia

En tiempos en el que el espectáculo se disfraza de noticia, el Telediario desde el Hospital del Mar de Barcelona supone un a interesante propuesta de regresar al periodismo clásico a través de las narrativas de la neotelevisión 'de acción' en directo.

Carlos Franganillo en el Telediario desde el hospital
Carlos Franganillo en el Telediario desde el hospital
Borja Terán

Hubo un tiempo en el que cuando los informativos desplegaban ediciones especiales desde la calle reproducían los modus operandi de plató. Se levantaba un set en un andamio frente a la localización noticiosa y, desde allí, se realizaba el Telediario con la mecánica habitual. Presentador sentado en una mesa en la que, sentado, daba paso a las diferentes noticias y conexiones. El informativo miraba a la noticia in situ, pero no se introducía en el lugar de la noticia.

Incluso, muchas veces, este tipo de informativos en la calle eran ediciones más promocionales que periodísticas. Que si se estrenaba la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, que si se inauguraba el Museo Guggenheim. En estos casos, la televisión parecía tener interés en crear un acontecimiento más promocional que periodístico. 

Ahora, en cambio, Televisión Española está desarrollando una serie de 'Telediarios' que ahondan en el periodismo clásico aunándolo con las posibilidades técnicas actuales. En un tiempo en el que el espectador siente que tiene más contenidos audiovisuales que ver y, por tanto, atesora menos paciencia a la hora de conectar con una u otra cadena, demanda espacios informativos de acción o impacto. Es decir, atiende más a aquello que da la sensación que está pasando en riguroso directo. De ahí que los vídeos en los espacios de noticias cada vez sean más cortos y se de más protagonismo a las entrevistas en vivo o la espectacular realidad aumentada.

Pero, como apunta el periodista Carlos del Amor, "la mejor realidad aumentada es la propia realidad". Y la tecnología de hoy permite transformar en el propio plató la realidad a retratar. La inteligencia del equipo de profesionales de TVE está en que no se quedan en el reality show superficial que da audiencia rápida pero olvidable y, como televisión pública, despliegan un periodismo divulgativo -ahí hay que poner el foco- que explica y, a la vez, servirá como fondo documental que se atreve a radiografiar nuestra sociedad para entendernos mejor en el futuro.

Lo hicieron hace unos meses con el Telediario especial desde un colegio y, esta semana, han continuado la dinámica con un formato más complejo desde el Hospital del Mar de Barcelona. El programa muestra la crudeza de un centro sanitario en tiempos de covid y se introduce sin medias tintas en la unidad de cuidados intensivos. Da la voz a los protagonistas que viven el día a día, que son los mayores expertos. Recordando que la buena televisión pública es la que no se queda en la teatralización que intenta marcar la política y va directa a tomar el pulso a la realidad social, de toda la sociedad. Por eso, también en este caso ha sido interesante romper la excesiva centralización de Madrid y vertebrar país indagando en un hospital público que representa a todos los hospitales pero, al mismo tiempo, plasma una especial alianza con el mar que ha servido de respiro para pacientes en UCI. 

Carlos Franganillo es el presentador perfecto para este cometido, pues sobre todo es reportero. No sólo lee las noticias, tiene la trayectoria para hacer las preguntas y argumentar las conclusiones. Así el informativo se transforma en un reportaje en directo en sí que, a la vez, despliega una escaleta de perspectivas para crear una didáctica foto final de la sanidad pública en tiempos de pandemia. Y, en televisión, una buena foto fija periodística se construye en la capacidad de no sólo contar, sobre todo narrar. En este sentido, la realización es muy importante. De esta forma, el jueves, el Telediario puso a caminar al propio espectador por un hospital que nunca para. A diferencia de la emisión desde el colegio, que estaba vacío de alumnos, el hospital no descansa. Lo que atesora un gran trabajo de planificación previa para plasmar una historia completa y compleja, que empieza con un plano subjetivo de la propia cámara introduciendo a la audiencia al centro sanitario y, al final, cierra ese arco narrativo, con un plano de despedida que pone a caminar al espectador hacia un horizonte en el que se ven las olas del mar rompiendo en una playa vacía por el toque de queda. La incertidumbre y la esperanza del infinito en una sola imagen. 

Lo que recuerda que no sólo basta con resumir la información, hay que tomar el pulso a la realidad con la sensibilidad del casamiento entre periodismo y realización, que van siempre estrechamente juntos para que la realidad se entienda mejor, se vea con mayor criterio y sentido crítico. Y ahí Televisión Española tiene su gran valor: la experiencia que otorga la perspectiva para afrontar mejor el porvenir. De hecho, estos Telediarios representan ese trabajo en equipo que sale tan bien porque se cimenta en el intercambio generacional. Ángela Miranda, Antonio Casado, Luis Poyo, Mónica Agudo, Carlos del Amor, Javier García Martín, Germán Sancho... Juventud y experiencia que aprenden entre sí. La ilusión de cambiar las cosas con esa madurez que entiende que no todo es la viralidad de usar y tirar, el periodismo debe trascender. O, al menos, intentarlo. Y trasciende cuando, entre otras cualidades, no se deja engatusar por los efectos especiales ni por el ruido teledirigido e intenta encontrar los matices y los rincones que de verdad explican la realidad de la sociedad. Más contextos, menos proclamas.

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