ANÁLISIS DEL DOCUMENTAL

'Eso que tú me das': la última entrevista de Jordi Évole a Pau Donés, a por el millón de euros en taquilla

Pau Donés y Jordi Évole.
Pau Donés y Jordi Évole.
Borja Terán

'Eso que tú me das', la última entrevista de Jordi Évole a Pau Donés sólo unos días de antes de morir, lleva recaudados ya más de medio millón de euros en salas, incluso llegando a ser número uno en taquilla en varias jornadas. Un "Salvados" en pantalla grande, sobre la muerte, liderando en venta de entradas y que va a acabar haciendo un millón de euros (o más) en los cines en un tiempo en el que la crisis de las salas copa titulares y parece que al público le está costando enormemente volver a ellas sin la existencia de grandes estrenos americanos.

Sin embargo, este programa de televisión, de poco más de sesenta minutos y grabado en sólo unas horas con la desnudez de una entrevista íntima, cala socialmente. Al final, como siempre, la fuerza está en la historia: dos amigos, que, conocidos y reconocidos, están diciéndose adiós mientras hablan de la vida más que de la muerte.

Pocas veces en televisión el espectador se ha enfrentado a un referente que sabe que se va a morir en los próximos días, un protagonista que ha visto crecer. Incluso con el que crecido, escuchando su música en todas las radios, viendo sus videoclips ('Jarabe de Palo' siempre cuido el arte de la promoción visual) y siendo superventas en discos. Porque, aunque se esté viendo en salas de cine, 'Eso que tú me das' sigue siendo un documental de televisión que se decidió estrenar en cine para dotarlo de un acontecimiento especial que, además, sirviera para recaudar fondos para la investigación de la lucha contra el cáncer que lleva a cabo el VHIO, Vall d’Hebron Institute of Oncology de Barcelona, donde fue tratado Pau.

De nuevo, el equipo de Producciones del Barrio construye el relato desde una narración sensitivamente inteligente. El planteamiento del programa es sublime. No va a lo grueso, va a al sabio matiz que dice mucho más que lo evidente. Sin condescendencia, sin lugares comunes, con sensibilidad que no es lo mismo que sensiblería. Así el programa logra huir de cualquier atisbo de sensacionalismo y abraza lo relevante.

Primero, situando al espectador. El documental arranca con una imagen de la carretera en movimiento, como si fuera un plano subjetivo de los ojos de Évole acercándose en su coche al Valle de Arán. De fondo, suena un teléfono. No hay rótulos. Pero se intuye que es la oncóloga que ha tratado a Pau. Esta conversación cuenta con un objetivo: prepara al espectador para lo que se va a encontrar y también para entender mejor la relación entre un médico y un paciente durante cinco años. Ella nunca le dijo que era fan de su música, hasta el día que se despidió de él.

Con esta conversación, mientras de fondo se ve y escucha una carretera hacia una despedida, el espectador ya ha ido interiorizado que Pau está delgado, está deteriorado. Hasta que impresiona. Pero el documental no lo muestra hasta que ya están juntos. Y, con el sello habitual de 'Lo de Évole', se enseña cierta preparación de los dos localizaciones que acogen la entrevista. Con el poder del silencio de una espera que transmite el respeto del nervio único de la emoción más regia. Silencio que rompe Pau cuando se queja del frío por la espera en el prólogo del tramo final del programa. Eso es el periodismo, eso es de nuevo la habilidad de retratar detalles sin el mal de la condescendencia.

"No odiéis" recalca Pau que reflexiona sobre que le gustaría vivir, si pudiera, quince años más, hasta los setenta. Porque él quiere seguir viviendo. Y la entrevista termina y se va a negro sin más intensidades de la cuenta. Sólo con una canción para contextualizar el momento y cerrar el programa, que le pide el propio Évole como última pregunta. Lo que demuestra también la madurez periodística de Évole. Sus preguntas no son las preguntas que haría cualquiera, son curiosidad pura que no busca el golpe de efecto, sólo intentar aprender. Y esa curiosidad representa la más poderosa televisión. Porque es inspiradora. Porque es útil. Porque nos radiografía cómo somos. Por eso, este documental no necesita el choque de ninguna imagen de recurso rescatada del pasado del músico para recalcar nada, sólo basta un buen encuadre a la mirada del ahora. Del ahora efímero. Del ahora de una grabación en la que Pau transmite una cierta sensación de felicidad por poder estar despidiéndose de su público a través de una charla con un amigo llamado Jordi. 

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