OPINION

'Eurovisión': el homenaje que podría haber sido... y no fue

Blas Cantó, Eurovisión 2020
Blas Cantó, Eurovisión 2020

Eurovisión 2020 no existirá, pero la UER ha realizado un programa especial para unir a las televisiones participantes a través de la música. Aunque el formato no ha estado a la altura del innovador eurofestival por programa caótico.

Este formato ha sido un popurrí que recordaba más a un zapping que a un evento especial. El programa ha consistido en retales con vídeos de las actuaciones que debían participar en esta edición, junto a toques nostálgicos, una canción grupal final 'Love shine a light' y muchas declaraciones de ánimo por webcam. Como la del representante español, Blas Cantó.

Pero el programa, que no era en directo, ha sido aburrido. De 'Eurovisión' siempre se espera algo más, ir por delante de la generalidad como ha acostumbrado en sus seis décadas de existencia. Lo más lucido de la noche ha sido la actuación en el foro romano del representante italiano, Diodato. Pero el protagonismo del show ha estado en un refrito que se ha visto más por cariño al festival que por osada creatividad televisiva.

Ha existido mucho guiño a los eurofans con cameos de concursantes emblemáticos, pero 'Eurovisión' sobre todo tiene que pensar en llegar a la audiencia masiva. El público que no es experto, ese espectador que probablemente no recuerda a Netta, por ejemplo, y que conecta cada año con este gigante talent show para vibrar con la experiencia de descubrir la música, interpretación y luz de artistas emergentes.

Quizá, ya que este especial iba a ser un homenaje a las canciones que iban a participar en esta edición y ya no podrán hacerlo el próximo año, se podía haber optado por emitir en orden todas las actuaciones de los diferentes países como si fuera un 'Eurovisión a distancia'. Es decir, que cada país enviara su tema desde su confinamiento.

Así, hubiera salido un especial con cierta emoción: descubrir dónde y cómo había rodado cada televisión su candidatura. Incluso se podía haber desarrollado una votación simbólica para dotar al programa de algún objetivo final con épico interés. 

Tal vez, de esta forma, se podía haber realizado un especial eurovisivo con más calado social, que pasaría a la historia de la televisión dejando a la vista la fuerza de las televisiones públicas europeas que trabajan en equipo y son capaces de reinventarse ante la adversidad. Esto, en cambio, sólo ha sido un revival conservador que nos ha recordado de forma insistente el triste momento que estamos viviendo, pero que le ha faltado unirnos frente a las pantallas con esa esperanza de la ilusión que nos motiva porque logra hacernos partícipes del sentimiento de colectividad. Eso es 'Eurovisión', al fin y al cabo.

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