OPINION

Éxito o fracaso: ¿cómo habría sido 'OT 2017' en Telecinco?

Amaia, Operación Triunfo
Amaia, Operación Triunfo
Amaia, Operación Triunfo
Amaia asombrada con el mecanismo interno de la cámara. "Parece un ojo".

Operación Triunfo 2017 habría sido un fracaso en Telecinco. No habría funcionado de la misma forma que en Televisión Española, ya que el espectador no se podría haber sentido tan partícipe de la vida de los concursantes, con sus frustraciones e ilusiones reales.

Desde sus orígenes en 2001, uno de los puntales del éxito del formato OT ha estado en que la audiencia se involucre en los avances diarios de los participantes. La evolución es el sostén del concurso. Pero, además, en esta edición, el gran acierto del formato de Gestmusic Endemol ha radicado en que se ha construido un fuerte lazo emocional con la audiencia más joven. Un objetivo que el programa ha logrado acudiendo a las plataformas donde se encuentran hoy los jóvenes. Porque, en los nuevos escenarios audiovisuales, para atraer a determinados targets a la televisión tradicional, esa misma televisión tradicional debe acudir a las plataformas en la que está este perfil de televidente consumiendo contenidos en su cotidiano día a día.

Así, Operación Triunfo se infiltró en Youtube, y la emisión de su canal 24 horas ha resultado vital para generar interés por las galas semanales. El público ha podido ver, en el mismo hábitat donde consume con fruición vídeos virales o musicales, las dificultades y aprendizajes de los alumnos. Lo que ha generado una expectación para ver el programa tradicional de los lunes en La 1 de TVE y comprobar si el trabajo de la semana desemboca en una gran actuación. Es más, ese público ha engrandecido las tramas que suceden dentro del programa al convertirse en un espectador activo, que, como un guionista, busca momentos estelares de Amaia, Aitana, Alfred, Ana Guerra y los divulga en Twitter o en el propio YouTube. Incluso creando memes o imaginando situaciones por una mirada, un gesto o un silencio compartido. OT 2017 ejemplifica la televisión que crece en las redes.

En cambio, Telecinco mantiene su particular cruzada contra las nuevas ventanas audiovisuales. De hecho, no comparte ningún contenido en Youtube y censura a cualquiera que lo haga, convirtiéndose en un canal invisible al no existir en una de las plataformas con más poder de influencia a la hora de promocionar un producto.

La mentalidad de la cadena, capitaneada por Paolo Vasile, es muy conservadora en este sentido: sus imágenes son suyas y deben consumirse en los canales propios para no ceder ni un ápice de su rentabilidad a compañías externas, como es el caso de Youtube. Decisión lícita, aunque, una vez amortizada la primera emisión en los canales del grupo, una segunda vida de esas imágenes en Youtube puede propiciar una rentable conversación en torno al canal, lo que es una poderosa publicidad gratis para Telecinco. Justo lo que necesita ahora cuando sus programas ya están dejando de estar en boca de todos por un efecto de agotamiento de la fórmula. Los americanos lo saben (¿qué sería de Jimmy Kimmel, James Corden o Ellen DeGeneres sin YouTube?), algunos canales españoles como Cero también, pero Mediaset no.

Nada que ver con Operación Triunfo 2017, que se ha convertido en trending topic diario porque ha dado mucho poder al espectador. Tanto que el público se ha convertido en una audiencia crítica, que controla cada movimiento en la academia y que no admite contradicciones en los profesores. Los seguidores de OT se las saben todas y no pasan ni una. Como consecuencia, las galas no pueden manipular los vídeos de resumen de la semana y deformar la realidad, ya que esto chirriaría en un espectador que no se pierde nada. Ni OT necesita resúmenes de las 24 horas de la convivencia por los canales tradicionales, ya que toda la información relevante está comprimida en Twitter por los propios seguidores. De ahí que no funcionaran los resúmenes diarios de La 1. Con sólo un clic y en Twitter, lo hipnótico de la vida en la Academia ya estaba resumido. Y además con más gracia.

Todo lo contrario que habría sucedido si OT hubiera vuelto a Telecinco en octubre, cadena en la que, esta temporada, ni siquiera se apostó por un canal 24 horas de Gran Hermano. Un error que tuvieron que remediar. Sin canales 24 horas, es más sencillo controlar la información para crear tramas a medida en las galas, pero, en los tiempos que corren, el espectador no quiere que le den todo hecho y masticado. La televisión se hace más grande si la propia audiencia cree que hace suyos los contenidos e incluso se siente con poder para discrepar si es necesario. Porque las críticas hacen más grande la televisión de hoy.

OT 2017 habría fracasado en Telecinco porque, concentrando el peso del programa en las galas, el público no habría entendido el talento de los concursantes y no les habría cogido cariño de una manera tan intensa. Se habría quedado en la superficie de los concursantes, algo que podía bastar hace unos años pero que, sin embargo, es justo lo que impide que los concursantes de La Voz importen a alguien. En este sentido, en la cadena principal de Mediaset tal vez no se habría entendido este casting de chicas y chicos que no son guapos de manual. En Telecinco, quizá, se hubiera pedido equilibrar el casting con otros perfiles más conflictivos, más ansiosos de fama y más voluptuosos fisicamente. Se habría caído en la trampa de intentar construir un elenco de personajes con roles estereotipados para favorecer la atracción de diversos públicos y facilitar más choque emocional, que favoreciera una efervescencia de conflictos, algo que estuvo mucho más presente en las ediciones de OT que pasaron por Telecinco.

Pero, entonces, de nuevo, se habría alejado el casting de la realidad. Porque la mejor tele-realidad no triunfa por forzar las polémicas o peleas, no. Al contrario, triunfa por desprender verdad, incluso aunque nadie se pelee ni se insulte. Y Amaia, Alfred, Aitana, Ana Guerra y compañía desprenden esa verdad porque no son telegénicamente de manual, no tienen perfiles fáciles de encasillar y, encima, parece que no están compitiendo entre sí: son compañeros que han conseguido que la competitividad no se manifieste apenas, ni falta que ha hecho.

En una televisión obsesionada por el efectismo del artificio impostado o estereotipado, este casting sería el anticasting. Grave error, pues el gran poder con el que se moviliza la televisión es la espontaneidad de personas que son auténticas, complejas, imperfectas, constructivas y no se quedan en la pataleta. Eso es lo que hace al casting empático e identificable. Eso es lo que les hace queribles. Y eso es lo que ha logrado OT2017: un casting en el que todos nos hemos podido ver en cierto sentido reflejados (ya tengas 20 años o 60) y en el que, además, ha sido un placer reconfortante vernos reflejados.

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