OPINION

'Fama, ¡a bailar!': los errores que no debe cometer el talent de bailarines en su regreso

Fotografía de Paula Vázquez en Fama
Fotografía de Paula Vázquez en Fama
Mediaset
Fotografía de Paula Vázquez en Fama
Paula Vázquez en la anterior etapa de Fama en Cuatro.

Ya es una realidad. Movistar Plus recupera la marca 'Fama, a bailar'. Vuelve el baile a televisión y, es oficial, lo hace con una academia que contará con emisión 24 horas a través de Youtube.

Se repite la fórmula: Operación Triunfo ha abierto un nuevo modelo de explotación del reality show y este formato también quiere atraer nuevas audiencias desde la plataforma de vídeos más cotidiana e intuitiva entre un jugoso target comercial de jóvenes, de edad o de espíritu.

Pero Fama no es un programa de canciones, es un formato de baile y debe cumplir varios requisitos para no fracasar en su resurrección. Porque cuando en la televisión en España se ha apostado por el baile, a veces, la televisión en España se ha olvidado de eso mismo, del baile.

1. Contar una historia bien argumentada

Uno de los grandes problemas del último programa de baile emitido en televisión en España, Top Dance, estribó en que el espectador no entendía las coreografías. No se comprendían las propuestas sobre el escenario. Los bailes no plasmaban una historia clara y definida. Al contrario, por la tele se veía a gente realizando movimientos que no contaban nada. 

El poder de Fama, a bailar está en que, como en su etapa en Cuatro, acote estilos de baile y los sepa explicar de forma atractiva al público. A su favor está en que el formato contará con los vínculos que surjan de ver el día a día de la evolución de los propios bailarines: con sus aciertos, fallos, nervios y avances mientras ensayan coreografías que, como una canción, deben narrar una historia que se entienda emocionalmente desde casa.

2. La iluminación planificada, no descontrolada

Otro de los fallos tradicionales de los programas de baile en España está en que el diseño de luces que ilumina la coreografía va por libre, sin organizarse con precisión con lo que pretende explicar el baile. Los haces de luz no pueden ir ton ni son o serán un obstáculo a la hora de hacer disfrutable de cada tema. En Top Dance, por ejemplo, dio la sensación de que habían puesto los cambios de luces con una fórmula automática que no definía los momentos álgidos de la interpretación del artista. La luz debe enriquecer el número, debe ir sincronizada con cada movimiento de la propia coreografía. Es crucial para convertir el baile en un show global.

3. La realización también baila

En el baile en televisión es, por supuesto, también fundamental que la realización de cámaras esté bien planificada y ensayada, para que el espectador no se pierda nada. Pero, además, esa realización debe ser un hermoso caos coordinado, que muestre todo lo relevante sin olvidar embellecer el producto, con variedad de armónicos planos con expresividad propia. También manteniendo cierta coherencia durante todo el programa. Fama a bailar o Top Dance no lograron una realización lo suficientemente armónica para hacer más grande la experiencia de asistir al programa

Porque no sólo los bailarines tiene que estar bien organizados en una coreografía, también la realización, la iluminación y el propio artista deben estar coreografiados como un todo, no como elementos independientes. Es la gran asignatura pendiente de la televisión en España: la dirección artística, que crea grandes escenografías en la que todos los agentes que componen la propuesta van en calculada y planificada sincronía artística. Un detalle vital, mas aún en estos tiempos donde las nuevas generaciones no se conforman sólo con reality de pelea y lloros -en lo que tenía mucho peso el primer Fama-. Ahora, el público joven prefiere una experiencia constructiva, que convierta cada actuación en un acontecimiento gracias a que el espectador asiste al esfuerzo que supone su preparación.

4. El talento por encima del conflicto

Y, sobre todo, el principal problema en el que no puede caer el retorno de Fama, a bailar está en que se prioricen perfiles de casting más por su historia personal lacrimógena que por su talento real en el baile. Ahí estuvo el principal problema de Top Dance en Antena 3, último gran intento de baile en televisión.

En busca de hacer un potente reality, se primó un elenco de concursantes con un puñado de historias de superación, cortadas por un patrón muy habitual en este tipo de géneros (el guapo, la chica con problemas de estatura, la chica con sobrepeso, el friki que baila Michael Jackson…). Se prefirió el show ñoño de manual de televisión de los años 2000 más que buscar a los mejores bailarines del país.

Ahí ya, por tanto, la premisa del formato se resquebrajó. No eran los mejores bailarines, no había programa. Esta decisión de casting, donde lo que más importó no es que se bailara restó credibilidad al programa. Porque en la TV de hoy el público quiere perfiles con grado aspiracional por su talento, no sólo trama de forzada pelea o lágrimas.

Elegir perfiles de morbo televisivo por encima de bailarines que, en sus números, logran sorprender con talentos coreográficos extraordinarios es contraproducen para el programa, pues el espectador no se queda con la boca abierta, simplemente ve más de lo mismo.

Contando con la evolución de ver aprender a talentosas jóvenes promesas del baile  y huyendo de atarse a perfiles de casting más previsibles, Fama, ¡a bailar!' se asegura unas coreografías de impacto que enganchen en las galas y, al mismo tiempo, adquirirá fuerza en la parte de la tele-realidad, pues no hay mayor reality que el que surge de la trastienda y el roce de futuros bailarines de primera línea.

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