ANÁLISIS

'Got talent', cómo mantener intacta la capacidad de asombro

Todo es diverso y, por tanto, nada aburre. 

Risto y su control del plano de reacción.
Risto y su control del plano de reacción. 
Telecinco

El éxito de 'Got Talent' en Telecinco está en que el programa conserva su capacidad de asombro. La dinámica del espectáculo ha entendido que su valor frente a otros talent shows es que en este cabe todo. El espectador no sabe si se va a encontrar a un misterioso faquir o a una clase de niños que se han aprendido una coreografía. El jurado tampoco intuye que le espera. Todo es diverso y, por tanto, nada aburre. Todo es imprevisible y, a la vez, reconocible.

En este sentido, el formato equilibra muy bien la personalidad analítica de los jueces con la empatía de los concursantes. La suma de protagonistas y antagonistas es moldeada por el programa con destreza para potenciar la emoción de la historia a narrar. Así, 'Got Talent' se ha ido enriqueciendo con el paso de los años para enganchar con más fuerza ante un público que cree que ya lo ha visto todo.

De hecho, el espectáculo se construye con varias capas de tramas paralelas. Por un lado, la sorpresa de qué harán los concursantes, por otra la reacción de los propios miembros del jurado que dan unidad al show. De esta forma, los jueces cada vez tienen que ser más personajes con sus evoluciones narrativas. Se pican entre sí, se reconcilian, se muestran.

Por si fuera poco, también se ha incorporado el papel protagonista de diferentes parejas situadas estratégicamente entre el público. Tienen una cámara propia y están microfonazos, así sus comentarios durante la grabación sirven para ir dibujando el tono que necesita el espectáculo: sus chismorreos son utilizados para recalcar la personalidad de los participantes que aparecen o incidir en alguna peculiaridad que puede acontecer.

Al mismo tiempo, en 'Got Talent' están muy bien puntuados los golpes de sonido. Se subraya la emoción con una buena selección de canciones que otorgan apoteosis a cada actuación y a cada veredicto. También a cada requiebro de tensión. No son canciones que aturden, son temas que animan. Que es bien diferente.

Y las audiciones del programa se realizan desde un auditorio con el glamour suficiente para revestir al formato de acontecimiento con toque aspiracional. En esta temporada, el icónico Coliseum en plena Gran Vía madrileña. El teatro de musicales se ilumina para engrandecer la percepción en el público de que están asistiendo a una celebración de postín y recibir -a golpe de calculada ovación y fanfarria- a Risto Mejide, Edurne y Dani Martínez con el encanto que necesitan para que el show proyecte la energía de gran y único espectáculo. El nervio del carisma de la imperfección de los concursantes hace el resto. 

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