OPINION

'Ilustres Ignorantes': el abonado de Movistar se rinde a la comedia sin edulcorantes

ilustres Ignorantes.
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Ilustres ignorantes y un unicornio cebra.

Siete de la tarde de un martes de noviembre. Una prolongada cola de personas se congrega a las puertas del teatro Nuevo Apolo de Madrid. No esperan por un función teatral ni por un concierto indi ni por un show de Los Morancos. Son los fieles seguidores de un programa de televisión, Ilustres ignorantes.

En el interior del teatro, situado en la madrileña plaza de Tirso de Molina, frente al mítico piso de Joaquín Sabina, el equipo del formato de Movistar Plus ultima detalles de luz y tiros de cámaras. Queda poco para el arranque de la grabación, que se realiza como si de una emisión en riguroso directo se tratara.

No hay tiempo que perder, se abren las puertas y entra el público. En el hall, una barra de bar espera a los asistentes, ya han pasado por el rodaje del programa más de 25.000 personas. Bueno, alguno habrá repetido. Y todos, por derecho, tienen un agasajo por parte de la producción: una caña o un refresco, para los abstemios. Un detalle, pues la grabación de Ilustres Ignorantes supone un ritual al que el espectador acude por devoción y no por cobrar cinco euros de una empresa de figuración.

La entrega del público a pie de grabación es el logro adquirido por parte de un veterano programa que nació, sigiloso, en un pequeño plató del Canal Plus de 2008. Locura: se coló en la parrilla una reunión de amigos financiada por una cadena de pago exclusiva que, de repente, puso mesa, micrófono y probablemente vía libre de alcohol (de garrafón) a Javier Cansado, Pepe Colubi y Javier Coronas, que además dirige el formato.

Porque, aunque no lo parezca, Ilustres Ignorantes es un "formato de televisión", ya que está bien estructurado en dinámica: monólogo inicial, introducción de invitados del día (acuden dos personalidades por entrega), presentación del tema del capítulo con un fragmento de película o serie, ronda de preguntas tipo test a lo Saber y ganar y, como colofón, peliagudo regalo excéntrico para el convidado. Elementos que son excusa de guion para propiciar una conversación de comedia sin red.

Periodista/steady cam frustrado sobre el escenario de ‘Ilustres Ignorantes’ de @cerogram

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Mucho ha cambiado el percal televisivo desde la primera emisión de Ilustres Ignorantes. Para empezar Canal Plus ya no se llama Canal Plus. Tampoco el programa ya se realiza en un plató de un polígono de Tres Cantos, los ilustres han crecido pasando por la sala Galileo Galilei hasta que, con la llegada del canal Cero, han dado el salto a teatros de mayor tamaño. Con decorado de corchopan y todo. Teatros donde triunfan -literalmente- Los Morancos. Teatros de nivel, vamos.

Ha cambiado el panorama, pero Ilustres Ignorantes no ha perdido un ápice en su atrevimiento. Y ahí surge la clave que ha convertido al formato en más que un show de culto. Es uno de los mayores éxitos de Movistar Plus. No sólo en audiencia tradicional, como el programa de entretenimiento más visto de Cero, también en consumo bajo demanda, ya que el formato se creó -hace una década- con mimbres perfectos para expandirse con versatilidad en el universo online. De hecho, no dura más de media hora, 30 minutos son ideales para ver y compartir en diferido.

30 minutos que, además, son el tiempo televisivo redondo para la experimentación con el humor y la improvisación, en vivo, que consigue el equipo de Coronas gracias a una comedia que no siempre es fácil, que no siempre reconforta, pues no tiene demasiadas autocensuras.

No, Ilustres Ignorantes no es un programa apto para este tiempo de la sociedad edulcorada que cayó rendida en los protocolos de lo políticamente correcto. De ahí su fuerza ascendente, que lo ha hecho imprescindible en Movistar Plus -la televisión de pago no sólo se construye con series, también debe contar con oferta de otros géneros-. Es más, este programa, junto a Locomundo-también de Cero-, está abriendo camino a otros tipos de formato de comedia sin complejos y sin traumas que recuperan la mordacidad que hace reír a carcajada limpia y, a la vez, sonroja porque nos retrata, porque nos hace pensar.

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