OPINION

Karlos Arguiñano: la receta del éxito de un programa sin fecha de caducidad

Cocina Karlos Arguiñano
Cocina Karlos Arguiñano
Cocina Karlos Arguiñano
La nueva cocina de Arguiñano ha ganado profundidad, un factor importante para transmitir más amplitud por TV.

Julia Child fue la primera gran cocinera de la televisión de Estados Unidos. Tras los buenos resultados de su programa The French Chef (1963-1973), Child encadenó 12 shows hasta el año 2000, sólo cuatro años antes de morir con 91 años. Han pasado casi dos décadas de su fallecimiento y sus recetas aún son referencia para los norteamericanos. No tienen fecha de caducidad.

Child presentó programas de cocina durante 30 años con un carisma que, a priori, podía ser considerado como antitelevisivo por un acento raro y sus casi dos metros de altura (1,88) que cobijaban una presencia peculiar a través de la cámara. Pero, justo eso, es lo que hacía a su personalidad completamente diferente y magnética.

En España, Karlos Arguiñano es el referente sin paliativos en programas de cocina. Desde 1991 lleva instalado en los fogones de la televisión nacional. Ha pasado por TVE, Telecinco y, ahora, Antena 3. Antes, también estuvo en la autonómica vasca. Casi tres décadas en emisión y a punto de superar el récord de la mismísima Julia Child, a la que Maryl Streep interpretó en el filme Julia & Julia.

Los programas de Child no variaron demasiado en una televisión norteamericana muy conservadora. Los de Arguiñano, en cambio, han sabido evolucionar en estos años hasta construir una competitiva marca.

Para empezar, el programa de Karlos Arguiñano no es en riguroso directo, pero casi. El espacio se produce muy pegado a su emisión para que, de esta forma, el cocinero pueda comentar la actualidad.

(añadir perejil a su gusto)

Ingredientes para triunfar como Arguiñano

Déjese llevar por su espontaneidad. Incluso hable de sus propias vivencias, comparta ilusiones y hasta frustraciones. Todo mientras guisa recetas prácticas y sin excesiva dificultad desde una cocina que, cada temporada, va cambiando para no aburrir, aunque sin perder su esencia. Siempre una cocina luminosa, con puertas bien definidas en el decorado para que entren colaboradores e invitados. Porque la cocina de Arguiñano recibe invitados y se pueden sentar en la mesa a disfrutar de lo guisado. Porque también tiene una mesa. Una cocina en la que todo está colocado como si fuera de verdad. Porque es de verdad. El espectador conoce en qué cajón tiene Arguiñano cada utensilio. De hecho, la realización favorece cierto aire inmersivo gracias a que el programa se graba con un plano secuencia en movimiento. Una decisión en la que el equipo de la productora de Arguiñano, Bainet, fue pionero al incorporar una steady cam -cámara que se mueve- con la misma curiosidad de un espectador colándose en la cocina del chef. Él mismo limpia la propia cámara cuando se empaña la óptica del aparato que graba un formato de televisión que no olvida la importancia de una reconocible banda sonora de fondo, que otorga unidad a todo el espacio y de, por supuesto, una buena sintonía que, además de ser carta de presentación del programa, suele ser tan traviesa como el presentador.

Arguiñano no sólo hace recetas, el éxito de Arguiñano también está en que es un espectáculo escuchar sus comentarios. Lo mismo canta, lo mismo da un consejo de nutrición, lo mismo sale a su huerta y presenta a sus gallinas, lo mismo cuenta un chiste, lo mismo aguanta bromas de su equipo o lo mismo realiza una reflexión filosófica que convence al espectador. No existe el silencio incómodo alrededor de Arguiñano,  un comunicador que habla claro desde los fogones. Lo hace en un país en el que la cocina siempre ha sido un acogedor punto de encuentro.

Y es que, al final y sobre todo, los programas de Karlos Arguiñano son un homenaje a la riqueza de nuestra cocina. No es un chef de comida minimalista de autor: es un chef práctico, de cuchara grande, de saborear y mojar. Es un chef que divulga la tradición de nuestras dietas y enseña menús a los que se puede aspirar aunque no seas cocinillas.  

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