OPINION

Kiko Rivera es invitado a 'Tu cara me suena' y evidencia la situación de la TV en España

Kiko Rivera en Gran Hermano
Kiko Rivera en Gran Hermano
Kiko Rivera en Gran Hermano
Kiko Rivera, muy cómodo.

La televisión en España cuenta con una serie de personajes que se han alzado como aparente reclamo "infalible" para subir audiencias. Si la cuota de pantalla es irregular en algún formato, las cadenas corren a este tipo de personalidades que suelen ir asociadas al morbo de la prensa del corazón de antaño. Son como un comodín salvavidas. Uno de esos nombres es Kiko Rivera, alias Paquirrín. El hijo de Isabel Pantoja es cebo habitual de programas. De hecho, ha sido golpe de efecto de espacios que van de Gran Hermano en Telecinco a galas de José Luis Moreno en La 1.

Todos los canales generalistas se han rendido alguna vez a las no-artes de Kiko Rivera para levantar la audiencia. También Antena 3, donde ya le hemos visto en El Hormiguero, fue fichaje estelar del fracasado magacine de tarde La Jaula y, ahora, dará el cante en Tu cara me suena.

El cantante que no canta ya ha grabado este martes su cameo en el talent show, instante que se emitirá la próxima semana. La colaboración consiste en que Rivera realizará un Training Vip. Es decir, acude para enseñar a David Amor a imitarlo.  Quizá sea una masterclass, pero una cosa es imitar con una intención artística a Ylenia (lo hizo Silvia Abril) o Leticia Sabater (lo hizo Yolanda Ramos) como disfrute paródico del surrealismo casposo de esta España nuestra y otra, bien diferente, es acudir al verdadero Rivera como "maestro" de uno de los concursantes. 

Es más, incluso saldrá a cantar, en riguroso directo, junto al humorista. Hecatombe, pues Tu cara me suena ha construido su éxito al reunir a un público familiar que ansiaba escapar de determinados contenidos amarillistas para refugiarse en el entretenimiento en positivo, siempre protagonizado por artistas con oficio y beneficio.  Así, singularizándose tajantemente del competidor, el formato de Antena 3 y Gestmusic  desbancó al todopoderoso Sálvame Delulex de la noche del viernes. 

El secreto del consolidado triunfo de Tu cara me suena está en que es un espectáculo realizado por artistas con una base vocal y mucho esfuerzo interpretativo, ya que el interés del programa recae en la fuerza de la calidad de las imitaciones, además de la complicidad que consiga (o no) el casting de personajes populares. Es evidente que Rivera no cumple con estos requisitos, pero sí se mantiene como referente de interés del cotilleo nacional de una época que, en cambio, la audiencia ya ha superado. Y ahí surge el error de estrategia de Antena 3: apuestan por un cameo tan simplista como señuelo que, en realidad, no conecta con la imagen de marca que han trazado la cadena durante estos años. De hecho, desvirtúa la credibilidad que ha logrado un Tu cara me suena tan arraigado que no necesita para nada a Kiko Rivera. 

A efectos de táctica de programación, invitar a un personaje del oscuro morbo nacional como Kiko Rivera puede subir unas instantáneas décimas de share pero, al mismo tiempo, crea cierta tendencia de pérdida de confianza del espectador. Porque, al final, el fenómeno de Tu cara me suena ha sido fruto de un contenido que no es obvio, como esta decisión, al contrario, ha sido una explosión de imaginación televisiva: en canciones, en puesta en escena, en iluminación, en realización y en travesuras -de concursantes y de jurado-. Un show que no se queda en lo evidente y que ha trazado un vínculo creativo con su público. Deformar ese interesante vínculo es adulterar el ADN del formato.

Kiko Rivera no será el vuelco de guion más creativo de Tu cara me suena. Por suerte, sólo irá unos minutos, no imitará a nadie, hará de sí mismo y se irá como llegó. Pero su aparición sí define el extraño momento en el que se encuentran las cadenas, que ven como los espectadores se van, la inversión se esfuma hacia ningún lugar y, en vez de intentar definir una estrategia contundente que cimente lazos coherentes con el público, se quedan paralizadas intentando repetir viejos trucos desfasados, que la audiencia ya ha superado. Y, por eso mismo, esa audiencia se está marchando: no se siente reflejada, no se siente valorada.

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