OPINION

La complejidad de la entrevista de Jordi Évole al Papa Francisco

El Papa Francisco y Jordi Évole
El Papa Francisco y Jordi Évole

"Una cosa es estar conectado y otra estar comunicados", responde Papa Francisco a la pregunta de Jordi Évole sobre el nuevo escenario que propician las redes sociales.

La conversación de 'Salvados' sólo acaba de arrancar. Pero Évole ya lleva unos segundos relajando los protocolos para lograr que su invitado se sienta cómodo y no a la defensiva. Es más, el periodista ha empezado soltando al Papa que no quiere decepcionar a su madre, que es devota. Bien de intentar generar empatía.

Aunque con el Papa Francisco no hace falta demasiado prolegómeno. Ya está cómodo o, al menos, controlando la situación. "El mundo se olvidó de llorar", reflexiona cuando Évole saca unas cuchillas como las que se sitúan en lo alto de esas vallas que saltan los migrantes huyendo con la aspiración de pisar Europa. 

El Papa ya está comunicando a los espectadores con destreza. Y 'Salvados' también. Saca las cuchillas para retratar la emocional estampa del Papa enfrentando a ellas, incluso tocando ese horror que corta vidas.

Aunque el programa ya ha ido sembrando ese vínculo de atención con su público potencial desde antes de la entrevista, pues el espacio ha diseñado un prólogo para introducir al televidente en la experiencia de un encuentro con un Papa que no es lo mismo que un político al uso. Este prólogo es un homenaje a Rossellini y su cine.

Se trata de una versión propia (y libre) inspirada en el filme 'Francesco, giullare di Dio'. 'Salvados' se atreve con un previo compuesto de una ficción lenta, en blanco y negro, casi en silencio, con sólo retazos de sonido ambiente, que sirve para introducir a la audiencia del frenético prime time español en la atmósfera religiosa de una entrevista desde el corazón del Vaticano que también es lenta, muy lenta, como de ese otro tiempo del cine de Rossellini.

Porque la entrevista del Papa cuenta con la complejidad de que es una charla con una velocidad menor de lo que acostumbra la televisión actual. Lo que no resta interés: el Papa por sí solo es interesante en una audaz conversación periodística, pero a nivel televisivo aún funciona mucho mejor si se envuelve el cara a cara con ingenio. Es la manera de enriquecer el compás de un encuentro sin parafernalia ni imágenes de archivo que sobreexpliquen de lo que se habla.

El programa de La Sexta entiende que, incluso en una entrevista desnuda,  el buen formato de televisión debe marcar un arco de contenido, con un buen comienzo y un final en alto. No es nada nuevo, el éxito de 'Salvados' también estriba en su tacto a la hora de narrar las historias. Esta noche, lo ha vuelto a conseguir. No obstante tenía una dificultad añadida: esta entrevista ha tenido condiciones del Vaticano.

El Vaticano eligió el espacio del encuentro y obligó sus operadores técnicos para la grabación. El Vaticano quería tener el control de lo que se estaba rodando. Aunque el programa sí pudo plantear los encuadres y la iluminación para que esta circunstancia no rompiera con el medido tono que construye 'Salvados'.

Nada más acabar el rodaje, se entregaron los brutos de lo grabado al momento. El equipo de 'Salvados' respiró tranquilo. Tenían toda la grabación en sus manos. O, bueno, en sus discos duros. Una valiosa entrevista que ha realizado un complejo retrato del Papa Francisco por las preguntas de Évole pero, a la vez, por la audaz planificación pensada para el prime time televisivo de esas preguntas.

Si Évole empezó con el empático recuerdo a su devota madre en el minuto inicial, Évole cierra el círculo de la emisión en un medido desenlace: ¿cree usted que le habrá gustado la entrevista a mi madre? Cierra la trama.

Porque en el periodismo televisivo, como en el escrito o en el radiofónico, no sólo basta con las buenas preguntas. El relato crece con la intuición y el guion que planifica bien esas buenas preguntas y sus contextos. 

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