OPINION

La crisis de contenidos de los programas del corazón: un nuevo tiempo de famosos

Belén Esteban, Sálvame
Belén Esteban, Sálvame
Belén Esteban, Sálvame
Belén Esteban en 'Sálvame' esta semana

El primer gran programa del corazón de TVE se llamó Bla, bla, bla (1981-1983). Dirigido por José Joaquín Marroquí y con la participación de la presentadora Marisa Abad Bla, bla, bla reinventó el género del espacio de actualidad con un corrosivo tono que impregnaba a los reportajes y entrevistas sobre el mundo del espectáculo.

Guion ocurrente, montaje de imágenes irónico, una traviesa sintonía y un puñado de famosos atreviéndose a jugar. Estos eran los ingredientes claves de un formato que fue adelantado a su tiempo. El cotilleo había llegado a la pequeña pantalla para quedarse.

Sin embargo, no fue hasta los noventa cuando la crónica rosa se instaló con más fuerza en la parrilla televisiva. María Teresa Campos, como en tantas cosas, fue pionera en terrenalizar unos contenidos sociales que, hasta entonces, se trataban con una aureola de glamour inaccesible y, en cierto sentido, hasta despegado de la realidad. La crónica del corazón perdía intensidad y ganaba cercanía. Y lo conseguía con ayuda del humor.

Así, con mucho humor, apareció en Telecinco un formato llamado ¡Qué me dices! (1995). Y arrasó. Se rompía con la fórmula del informativo rosa centrado en el Corasón, Corasón pelota, trascendente y con nula capacidad crítica, donde sólo se ha quedado anclada la mediodía de TVE.

¡Qué me dices!, presentado por Belinda Washington y Chapis, dejaba atrás los clichés de la revista ¡Hola!, huía de las informaciones cortesanas y creía, a su manera, en la comedia. Una fórmula que incluso logró superar en audiencias el último tramo de los -por aquel entonces indestructibles-Telediarios de La 1, que decidieron incorporar noticias con mayor carga de entretenimiento en los minutos finales de cada edición.

¡Qué me dices! despareció en 1998. La llegada de Extra Rosa (1997) a Antena 3, con Rosa Villacastín y Ana Rosa Quintana, provocó una importante bajada de audiencias. Telecinco y Globomedia, productora creadora de ¡QMD!, introdujeron algunos cambios con más colaboradores en escena e intentaron hacer más "serio" su programa estrella, pero ya era demasiado tarde. La competencia había dado otro paso más allá en la información rosa de sobremesa: la charla más reposada entre periodistas reconocidas. Extra Rosa, dirigido por Villacastín, supuso otro empujón en los contenidos rosas. Tras años de guasa, la audiencia demandaba algo más que reírse del personaje y, este formato, aportaba más análisis de la actualidad del cuore. Eso sí, también lo hacía con buena dosis de ironía en los comentarios de sus presentadores y colaboradores.

Pasaron los años y, llegó Aquí Hay Tomate inventando el informativo rosa sin demasiada piedad a golpe de cebos y mucha entonación de un intenso "¡Qué fuerte, qué fuerte!". Aunque fue en 2009, casi de casualidad, cuando surgió la otra gran revolución del cotilleo nacional con Sálvame. Para muchos heredero del despiadado Tómbola del desaparecido Canal 9, aunque, en realidad, Sálvame fue más allá y logró crear su propio universo de personajes. Era el salto que faltaba en el corazón, donde desaparecían los grandes cachés de las estrellas de siempre y la televisión convertía a sus colaboradores en las estrellas de un particular famoseo hecho a medida de Telecinco.

Y ahí sigue. Sálvame no espera a la actualidad, crea su propia agenda de contenidos hasta diseñar un programa de tele-realidad en directo con lo que va sucediendo en el plató. Su éxito ha estado en que ha sabido incorporar personajes que funcionaban en los noventa -la madre dejada por un torero- al reality de la televisión de los 2000 y, además, haciéndolo con mucha corrosión. De hecho, uno de los pilares del duradero buen rendimiento de Sálvame está en que pocas veces se toma demasiado en serio. De nuevo, la inteligencia de la ironía -especialmente cuando presenta Jorge Javier Vázquez- como aliada de este género televisivo que, en formatos como el denostado Tómbola, se centró en diseccionar las miserias de lo ajeno. Aunque, en el largo recorrido, el corazón no interesa si sólo va de eso, de miserias.

La sociedad cambia muy rápido. Y los programas de corazón ya afrontan un nuevo escenario en el que el público ha superado ciertos temas que arrasaban antaño en la curiosidad de la audiencia. A las nuevas generaciones no le interesan los videos de reporteros a las puertas de fincas de tonadilleras o toreros. Tampoco buscan asistir a persecuciones de famosos, ni se conforman con una bronca por un puñado de euros en un plató. Con solo un clic, la audiencia ya puede ver la vida de sus artistas de cabecera gracias a sus redes sociales. Incluso interactuar con ellas, a golpe de like, comentario o mensaje, especialmente a través de Instagram. Ahí populares y famosos comparten sus quehaceres y lo hacen, además, sin ningún intermediario. Por ejemplo, el paparazzi que persigue ahora estorba a los seguidores de los artistas de hoy, pues propicia que los personajes públicos se pongan una coraza que impida que compartan sus vivencias como ya hacen en redes.

El corazón en televisión necesita ‘resetearse’. Porque su público objetivo ha cambiado más de lo que parece. Y, una vez más, será el sentido del humor el que salve a una prensa rosa que ya no sólo se construye con millonarias repipis, monarquías perfectas y tonadilleras con vidas de culebrón. El público televisivo ya sueña y aspira a otro tipo de referentes. 

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