Aprendizaje de un tiempo de incertidumbre

La dificultad de la ficción concebida en el confinamiento: ¿historias con fecha de caducidad?

Ya no nos identificamos con quienes éramos en marzo o abril de este mismo año.

“Selftape”, protagonizada por Sara Sálamo e Isco Alarcón
“Selftape”, protagonizada por Sara Sálamo e Isco Alarcón
Amazon

Apenas han pasado unos meses del primer confinamiento colectivo y, en cambio, parece una eternidad. Lo desconocido estira la duración mental del tiempo, aunque los días pasen rápido y las amenazas muten, pues el virus sigue presente, los confinamientos parciales son la nueva noticia y la posibilidad de un nuevo encierro colectivo planea en el ambiente. Pero, claro, ahora nos llegan historias inspiradas y grabadas durante la cuarentena que comenzó en marzo y da la sensación de que ya son viejas y desfasadas. Quizá porque hay circunstancias que la inteligencia humana prefiere olvidar antes que rememorar. O porque incluso ya ni nos identificamos con quienes éramos en marzo y abril de este mismo año.

El encierro por la salud de todos inspiró a artistas. Se crearon historias y proyectos, algunos inteligentemente, otras simplemente de modo oportunista. Pero ahora el público quiere mirar adelante, ir desescalando de una vorágine de incertidumbre en la que aún estamos inmersos.

Las principales plataformas apostaron por historias confinadas, dentro y fuera de España. HBO con 'En casa'; Amazon con 'Relatos confinados' y Netflix con 'Homemade'. Convocaron a directores patrios e internacionales e intentaron darse prisa, con mayor o menor acierto. Pero, inevitablemente, el resultado de sus propuestas ha llegado entre junio y julio, cuando ya nos aterra siquiera escuchar hablar de aquel confinamiento y de la fatalidad de que nos llegue otro. Por eso su repercusión ha sido ínfima.

El éxito o fracaso de este tipo de historias está en su habilidad por romper con lo evidente y llegar en el momento exacto. En ese sentido, por ejemplo, muy interesantes han sido las propuestas de #Mientrasnosquedamosencasa del director Roberto Pérez Toledo, que sí llegaron en el momento adecuado: cuando aún estábamos en casa y no nos quedaba más remedio que identificarnos con esos personajes. Sus historias cortas no se quedaron en lo habitual y tocaron otro interesante prisma de las realidades de lo cotidiano, adaptadas a las anormalidades confinadas a las que asistíamos por primera vez en nuestras vidas. Historias más allá de los balcones, que tocan la sensibilidad que nos define, que no es lo mismo que la sensiblería, que de eso hemos tenido mucho estos meses para llamar la atención. Muchos cortos vistos en el Cuarentena Film Festival también supieron dar en la diana, y con menos alardes y nombres reputados que HBO, Amazon o Netflix.

En una situación como esta crisis sanitaria, la función del creador tiene que intentar ir en cierta forma por delante de la realidad. Con intuición, con destreza, sin caer fáciles tremendismos. Ahora es muy interesante observarnos retratados en el modo en que actuamos ante esta desescalada a la que asistimos. Dudas, torpezas, ironías que nos deja esta nueva realidad en transición hacia alguna parte incierta. Y la ficción la tiene que plasmar también, porque este presente que vivimos ha dejado en agua de borrajas mucho de lo que en teoría íbamos a aprender con el confinamiento.

Porque hay acontecimientos de tal calado y shock social que, para ser contados sin fecha de caducidad, necesitan elaborarse con la habilidad de las miradas que saben poner la lupa en lugares a los que no es fácil llegar. Y es lo complicado, pues todo cambia tan rápido que o te fijas de detalles cotidianos inmortales o te quedas atrás. Al fin y al cabo, esa es la buena ficción, la que trasciende porque habla de nosotros (y con nosotros) con la valentía y la visión necesarias para radiografiar los matices relevantes de lo que ya estamos viviendo en primera persona y que, además, no nos gusta vivir ni nos gustará recordar.

Ahora, nuestras contradicciones, nuestros miedos, nuestros egoísmos... componen un nuevo espectro, mientras otros aprovechan el dolor, las ausencias y el temor para sacar rédito. Cuidado, porque una crisis social de tal calado puede servir de hábil excusa para el pelotazo y la paralización de derechos sociales adquiridos. Y el reto es que la ficción sepa retratar también esta complejidad social y cambiante a partir de ahora e ir más allá del aplauso en el balcón. Para que no caduque enseguida. Para que muestre esa realidad que incluso ahora todavía no somos capaces de ver. Porque nadie sabe bien hacia dónde nos lleva esta temporada de la serie que estamos viviendo. Ni cuántos giros nos esperan antes de un final medianamente satisfactorio. 

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