Reencuentro con Emilio Aragón en TV

La espontaneidad de Belén Rueda

Belén Rueda y Emilio Aragón en BSO
Belén Rueda y Emilio Aragón en BSO
Movistar Plus

Naturalidad. Expresividad. Espontaneidad. Chispa. Eso ha sido siempre Belén Rueda en un plató de televisión. Y en ese orden. Naturalidad. Expresividad. Espontaneidad. Chispa. Ah, y emoción. La emoción de la proximidad, clave.

Probablemente, por eso mismo, hizo tan buena pareja con Emilio Aragón en los primeros años de las cadenas privadas españolas. Ya hace tres décadas de aquello y su binomio se sigue recordando. Es más, su binomio hasta se añora. De ahí que, esta noche, el reencuentro de ambos en 'BSO' de Movistar Plus haya supuesto una especie de pellizco de sensibilidad colectiva. 

Un reencuentro ante nuestros ojos de dos buenos amigos que sentimos como propios. Y, para celebrarlo, este formato de orfebrería televisiva ha tirado la casa por la ventana. La premisa, la de siempre: escuchar la vida del invitado a través de canciones que dejan huella y que son versionadas, cantadas y bailadas por unas puestas en escena que alcanzan esa experiencia que transporta a un universo especial, esa experiencia vibrante que la televisión siempre quiso ser. Aunque ya no siempre tenga tiempo para acordarse en conseguirlo. Sí lo recuerda Emilio Aragón en 'BSO'.

Pero, a diferencia de las anteriores ediciones de 'BSO' con Los Javis, Raphael o Joaquín, en este capítulo Belén Rueda está integrada en las actuaciones musicales del programa. Es más, hasta Belén canta. Literalmente, canta junto a Emilio Aragón 'Amarraditos los dos'. Pero Rueda canta hasta cuando no canta. Su primer plano transmite sin tregua y lo necesitamos ver constantemente. Y la realización lo juega: como mira a Emilio, como se emociona a ver por sorpresa a su hija, Belén Écija, protagonizar una coreografía con uno de los himnos favoritos de su madre, como siente ese 'Lucha de Gigantes' interpretado por Bebe y Cristian de Moret -de Antonio Vega, amigo íntimo de Emilio-, como se deja llevar por su sencillez bajo los focos... Incluso como rompe la solemnidad del programa, desde nada más aparecer por la gran escenografía de un puerto marítimo en el que se cuela la arena por las ventanas. Obra de Matteo Mariotti.

Porque Belén entra al estudio y, como siempre, relativiza y terrenaliza los protocolos. Por muy gigantes que sean. Con naturalidad, expresividad, espontaneidad, chispa, emoción. Ah, y, sobre todo, profesionalidad. Esa de entender que un plató de televisión demanda cierta generosidad para compartir con la audiencia. Mejor aún si puedes adentrarte en la grabación y estar de principio a fin. Así ha participado Belén en 'BSO', de principio a fin, como la primera vez que conoció a su amigo Emilio grabando 'Vip Mar' de Telecinco en Marbella: estando atenta hasta cuando parece que no hacía falta que estuviera. Pero sí, hace falta. Y el show de Movistar Plus gana en luz con su presencia, aptitud y actitud. Esa luz que logró destruir ese techo de cristal con el que una brillante presentadora de tele parecía que no podía ser una gran actriz en cine. Belén Rueda impulsó el cambio. Y, ahora, puede ser absolutamente lo que ella quiera. Porque, de las varietés al drama o del drama a la varietés, es una maestra del arte de la comunicación, en todos los significados -sin snobismos- de la palabra. 

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