ANÁLISIS

La treta del spoiler que se cuela en el título de crédito

Títulos de crédito de 'Amar es para siempre'
Títulos de crédito de 'Amar es para siempre'
Atresmedia

Los títulos de crédito son vistos y no vistos al final de los programas y series. A menudo, incluso pasan a una velocidad ilegible para que no dar tiempo al espectador a cambiar de canal. Ahí pone los nombres de todo el equipo. Porque el cine y la televisión es puro trabajo en equipo. 

Sin embargo, esta liturgia de firmar quiénes son los responsables de la obra se ha ido minimizando con el paso de los años. En ocasiones, los letreros se reducen a los agradecimientos comerciales por aquello que son cesiones comerciales en las que las marcas piden, a cambio, que salga su logotipo por rascar algo de visibilidad. 

Los créditos finales ya no tienen tanto protagonismo como antaño. Excepto en 'Amar es para siempre'. En la serie de Antena 3, producida por Diagonal, el nombre de cada cargo de la ficción se puede leer durante largos segundos. Da igual que sea la sastra o el grafista. Todos tienen un extenso espacio de reconocimiento en pantalla. De hecho, más de seis minutos duran los letreros de despedida de este veterano serial. Y seis minutos en televisión es una eternidad. 

Pero esta rara avis tiene su explicación. En 'Amar es para siempre' los títulos de crédito sirven para diferenciar el envasado del capítulo con el previo del día siguiente. Porque los letreros se proyectan durante un extenso resumen del próximo episodio, que busca enganchar a los fieles seguidores a golpe de un desfile de spoilers. Por momentos, parece que se está emitiendo prácticamente al completo la continuación de la trama. Eso sí, con la sintonía de la producción de fondo y una edición con la intención de acabar con la emoción del público bien en alto. Mejor si es hasta con un suspiro. 

Cebar lo que acontecerá en los títulos de crédito es el otro arte del montaje en una ficción de sobremesa. No es nada nuevo, ya lo hacían los míticos culebrones venezolanos cuando arrasaban en las tardes de La 1 de TVE en los noventa. Entonces, la fórmula para ganar tiempo y estirar cada entrega se realizaba con un previo del episodio del día antes y, al acabar, con otro adelanto del día posterior. Y parece que no bastaba, pues se inventaron los prólogos de la icónica Doña Adelaida que viajaba por reconocibles parajes de todo el país para grabar microespacios en los que destripaba, con mucha gracia, los dimes y diretes de la telenovela de turno como si fuera una espectadora más. De esta forma, se potenciaba la percepción de evento vivo y único en el ojo de la audiencia. Lo conseguían. Daba la sensación que en la calle no se hablaba de otra cosa.

Tres décadas después, la televisión ha cambiado mucho, la sociedad quizá también. Aunque menos de lo que creemos. Y los letreros finales de 'Amar es para siempre' se mantienen como buena treta clásica del serial que, así, logra ser más competitivo en su duración diaria. Suma minutos al metraje con menos contenido rodado y, a la vez, cambia su propio ritmo para introducir adictiva dosis de información de lo que está por pasar. Una forma de potenciar el deseo del espectador que llega al siguiente episodio preparado, estimulado y hasta resabiado para lo más relevante que ya tiene claro que va a suceder. En ocasiones, incluso ya ha visto tan desenredo en el título de crédito del anterior capítulo. 

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