ANÁLISIS

La evolución del magacín: de la búsqueda de la complicidad al impacto de la alarma

El modelo empresarial del género del magacín televisivo ha ido perdiendo su esencia en la televisión en España.

El programa de Ana Rosa Quintana
El programa de Ana Rosa Quintana, el programa líder de la mañana actual
Mediseat

Cuando Jesús Hermida recibió el encargo de Pilar Miró de realizar el primer gran magacín matinal de la historia de la televisión en España tiró de su experiencia vital como corresponsal en Estados Unidos. Allí se había curtido viendo los clásicos 'morning show' neoyorquinos, realizados a ras de calle, en los que había aprendido la importancia de definir con rotundidad una coralidad de profesionales frente a las cámaras que representaban la colectividad de la propia audiencia. El espectador se podía sentir identificado por un u otro prescriptor.

La habilidad de Hermida estuvo en adaptar la dinámica norteamericana a la cultura española. Así el programa también tuvo destreza para incorporar la cercanía de nuestra radio popular con concursos que requerían de la participación directa del espectador en la calle o, directamente, adaptando tertulias rodadas en las ondas con éxito gracias a una premisa diferenciada, contundente y también con un trasfondo de participación ciudadana en directo como es el caso del 'Apuesta por Una', que desarrolló María Teresa Campos en la radio y, después, protagonizó durante casi dos décadas en sus formatos de televisión que construyeron una comunidad fiel de audiencias.

La propia María Teresa Campos, años después, cogió el testigo de Hermida y dio un paso más en este género del magacín, que entremezcla entretenimiento y actualidad. Lo hizo incorporando la política -hasta entonces no se consideraba "interesante" para este género- y la información práctica. En este sentido, el programa no sólo se quedaba en el argumentario de la pelea política de alta esfera y buscaba tiempo para abordar temas útiles para el espectador desde unos platós que intentaban emular una acogedora casa. Mejor si la escenografía contaba al fondo con una empinada escalera de madera de salón vivido para, así, dar esa amplitud de hogar al pequeño estudio 2 de Prado del Rey donde se hacía 'Pasa la vida'.

Con el paso de los años y tras el salto con éxito de 'Espejo Público' a la mañana de Antena 3, el clásico magacín matinal español adelantó su horario hasta acercarse a la franja horaria de los pioneros 'mornings' norteamericanos. Para no quedarse rezagado, Telecinco movió ficha y 'El Programa de Ana Rosa' también se hizo más madrugador. Sin embargo, la batalla por las audiencias en la televisión comercial ha ido simplificando el contenido de estos espacios al carrusel de noticia de impacto, centrado más en lo que indigna o asusta, en vez de construir su fidelidad a través de secciones propias con prescriptores empáticos en los que el espectador se puede sentir reflejado. En la más conservadora televisión norteamericana, la fórmula clásica de sus magacines sigue vigente. Estos formatos mantienen a a sus fieles con más información práctica desde un punto de vista más positivo y menos urgente. De esta forma, el espectador no zapea tanto dependiendo de la exclusiva del día o el tirón del invitado de turno y se queda en el programa por hábitos definidos en torno al carácter y el aporte del propio programa.

Programa con mucha información pero pasada por ese filtro de la optimista calidez del primer café de buena mañana. De ahí el éxito actual de Alfonso Arús en La Sexta, que ha optado por un show despertador que es complementario a los magacines del resto de canales -que se quieren parecer demasiado entre sí- y con 'Aruseros' marca unas diferenciadas rutinas diarias con claridad. Ahí el modelo empresarial de la televisión anglosajona nos da una lección: la curva de audiencia es más fuerte y estable aunque cambies de tema durante el programa si la personalidad del formato televisivo está por encima de la noticia de impacto del día. El magacín no debe buscar crecer en la confrontación de los temores, el éxito de largo recorrido del género del magacín estriba en definir en el tiempo la personalidad del programa, sus protagonistas y sus contenidos. Que acompañen con esa ilusión compartida de los ideales, más que asusten por aquello de la indignación de usar y tirar que es un gran atajo para captar atención instantánea con un suceso puntual pero no fideliza una comunidad firme de públicos en el largo recorrido. 

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