OPINION

La falacia de la 'telebasura': dónde está el límite

Paz Padilla bailando 'poledance' en 'Sálvame'
Paz Padilla bailando 'poledance' en 'Sálvame'

Sálvame' celebra su década en emisión. 10 años en los que el programa se ha convertido en un rentable motor para Telecinco, pues sus dimes y diretes rellenan más de 24 horas semanales de emisión a un coste competitivo y sin dar aparentes síntomas de desgaste. De hecho, parece un éxito de entretenimiento sin fecha de caducidad.

Sin embargo, para muchos, 'Sálvame' se enmarca dentro del género de la 'telebasura'. Un término que surgió desde la prensa en papel de antaño, que miraba con cierto desdén a la poderosa televisión y que pretendía 'tutelar' desde una aureola de superioridad a los fieles a la pequeña pantalla. Pero 'telebasura' no medía los programas por su buena o mala calidad y se solía centrar casi exclusivamente en los 'del corazón'.

Aunque, en realidad, no todos los programas del corazón son 'telebasura'. La telebasura como tal no existe. Es una falacia asumida. Existen programas honestos o deshonestos. Formatos honestos y deshonestos con el espectador y, también, con sus propios protagonistas. Ahí está el límite: cuando se produce un engaño o manipulación tóxica para aupar el share, cueste lo que cueste.

Y las malas artes no entienden de géneros televisivos, tampoco de medios de comunicación. Pero no se habla de 'radiobasura' o 'prensabasura'. Tampoco de 'informativosbasura'. La 'telebasura' se asocia sólo con el prejuicio hacia el magacine con dosis de cuore.

El punto de inflexión en este tipo de programas surgió en 1997 con 'Tómbola'. Producido desde la desaparecida Canal 9, inauguró la entrevista en la que el invitado cobraba una importante suma de dinero para dejarse acribillar a impertinentes preguntas. Sentó precedente. Aún no lo hemos superado.

Ahora 'Salvame' sigue cierta estela de aquella recordada 'Tómbola'. No obstante, la diferencia que hace que continúe su éxito está en que Jorge Javier Vázquez, Paz Padilla y sus colaboradores relativizan mucho más que sus predecesores. No se toman demasiado en serio el contenido del show y suelen hablar -no siempre, pero casi siempre- con claridad al espectador. No engañan, juegan al sainete. Es lo que debería distinguir cuando se sienta sentencia de 'telebasura' y cuando no: cuando la honestidad con el público y los invitados no salta por los aires. 

Por eso mismo, 'Crónicas Marcianas' ha pasado a la historia como un formato emblemático. El late night de Javier Sardá construyó un vínculo creativo con su audiencia. Trató la tele-realidad, las miserias ajenas, pero marcó bien los límites. Así fomentó una atmósfera de fiesta que no se tomaba nada en serio. No engañó a nadie, trató al espectador con la inteligencia que tiene. En cambio, otros, como 'El Juego de tu vida', que  lanzaba preguntas sin piedad a través de un polígrafo poco creíble, sólo demostró morbo por morbo. Todo valía como atajo para abrazar el buen share hasta despreciar la inteligencia de la audiencia. Y, como consecuencia, este programa, mal programa, ya lo hemos olvidado.

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