OPINION

La fecha de caducidad de 'Friends'

Friends
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La sombra de un posible regreso de Friends planea desde el propio final de la serie. La fuerza de la nostalgia clama por, al menos, un capítulo de reencuentro de los personajes de la mítica sitcom. Sería un jugoso y rentable acontecimiento.

Sin embargo, Jennifer Aniston nunca ha visto clara esta resurrección de Friends. Lista ella, pues se malograría el recuerdo. Este verano, Aniston incluso ha bromeado con que ya es casi mejor que Courteney Cox, Lisa Kudrow y ella misma protagonizaran un remake de Las Chicas de Oro. Estaba de broma, sí, pero ha dado una buena idea a la industria de ficción norteamericana.

Tiene razón. Los años pasan y ni siquiera los actores de la serie ya son como recordamos, pero ahí sigue Friends, congelado en el tiempo y triunfando en su reposición en cadenas de televisión de medio planeta. La serie está tan bien escrita y protagonizada que, aunque el espectador sepa los diálogos de memoria, la historia sigue enganchando con los vínculos de Ross Geller, Rachel Green, Monica Geller, Chandler Bing, Joey Tribbiani y Phoebe Buffay Princess Consuela Banana Hammock.

En la eterna repetición, es fácil indentificarse con ellos. Con sus defectos, con sus miedos, con sus ilusiones, con sus frustraciones, con su Nueva York. Ahí radica el éxito principal de Friends: es un sublime retrato de una, dos o tres generaciones que pensaron que se iba a comer el mundo pero, al final, se empacharon con la digestión de tanta aspiración.

Veinte largos años después del boom de Friends, los vaivenes emocionales de las relaciones sentimentales y objetivos vitales de sus personajes siguen vigentes. La esencia de sus tramas no caducará nunca, pero quizá sí nuestra relación con la serie.

Porque, ahora, ver y re-ver episodios de Friends también puede despertar un particular sentimiento de nostalgia desconcertante con un tiempo que vivimos sin darnos demasiada cuenta y ya pasó sin darnos, una vez más, demasiada cuenta.

Es difícil imaginar qué hará en 2018 esa pandilla de amigos, cómo serán sus vidas maduras, qué vuelcos de guion habrán sufrido en estos años.

Al final, lo bueno de ver y re-ver Friends es que las existencias de estos personajes están a salvo en su eterno bucle en estado de gracia. Tan guapos, tan ingenuos y tan auténticos como siempre. 

Pero nosotros, la audiencia, su público, seguimos creciendo, avanzando... y ya no somos tan ingenuos como en aquellos refulgentes noventa que ya no existen, excepto para esa eterna reposición. Ha llegado el momento de aceptarlo, ya no somos la generación de Friends. Ya no estamos en los noventa, la televisión tampoco.

Pero Friends fue un producto tan brillante que nadie ha logrado cubrir su hueco. Quizá porque ninguna comedia ha conseguido retratar con tanta inteligencia, en veinte minutos, los nuevos contextos sociales. Y el espectador no vive sólo de la nostalgia, también necesita reírse con la emoción de nuestra (frenética) forma de ser hoy. 

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