OPINION

La felicidad de Herminia dentro de un ascensor y el trasfondo decisivo que simboliza de 'Cuéntame'

Herminia, Cuéntame
Herminia, Cuéntame

"Habéis visto el ascensor, tenéis que probarlo. Es como subir a casa en taxi". Herminia está feliz. El edificio en el que vive la Familia Alcántara, en San Genaro, ha estrenado un ascensor en ese hueco de la escalera de hormigón de calidad regulera que tanto define la España que nos trajo hasta aquí.

Herminia sube y baja, baja y sube. Está enganchada a la experiencia del ascensor. El miedo inicial de meterse en el claustrofóbico elevador ("pero si es que me siento como una sardina en lata") se ha transformado en la alegría de los pequeños avances de la cotidianidad. Cualquier excusa es buena para cerrar las puertas manuales y pegarse un viaje por las (pocas) plantas del edificio.

El rostro de Herminia montada en el nuevo ascensor proyecta esa ingenuidad, abrazable ingenuidad, que representa el trasfondo de la esencia de 'Cuéntame cómo pasó' desde sus orígenes y que no podía faltar en el estreno de la temporada veinte: la primera vez de la serie tras la marcha de Carlitos Alcántara, interpretado por Ricardo Gómez.

Ricardo Gómez se ha ido de la serie. Aunque Carlitos Alcántara ha estado omnipresente en este retorno. Como si no se hubiera ido nunca, los personajes le van escribiendo cartas a su vida en Nueva York. Buena excusa de guion para mantener ese vínculo con el niño, ya mayor, sobre el que gira la historia e ir sembrando su aparición en forma del Carlos narrador, interpretado por Carlos Hipólito, que seguirá retratando a España. Ahora desde la lejanía de la Gran Manzana, que tal vez sirva para relativizar la intensidad que nos envuelve.

Y la voz narradora de Carlos reaparece como colofón en un episodio de retorno y, al mismo tiempo, de transición, pues abarca mucha trama para, quizá, sembrar lo que se irá desarrollando en una temporada de una serie que hasta ahora ha envejecido bien porque no pierde el norte de su columna vertebral: enfocar con sensibilidad las preocupaciones y aspiraciones terrenales de las gentes que componen un país, esas gentes que su historia nunca jamás quedará en los libros de texto. Un país que, ahora, por fin, estaba feliz porque estrenaba ascensor.

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