ANÁLISIS

La filtración de 'La isla de las tentaciones'

Cuando un vídeo privado propulsa el éxito de un programa.

Tentaciones y hielo.
Tentaciones y hielo.
Mediaset

Lejos de provocar un desinterés al destriparse la evolución de algunos  participantes del programa, la filtración de un vídeo íntimo de la grabación de 'La isla de las tentaciones' ha propulsado la expectación por el reality de Telecinco. Es más, ha ayudado a que la tercera temporada esté al nivel de influencia de la primera vez de este formato, que supuso un fenómeno mediático. Sucedió hace justo un año. Sólo un año, aunque parezca que ha pasado mucho más, pues la incertidumbre de la pandemia ha desvirtuado ciertas concepciones del tiempo.

'La isla de las tentaciones 3' arrasa. Lo hace entre un público joven con las hormonas en efervescencia. Y, paradójicamente, el vídeo filtrado no ha restado interés ya que desvela que el programa viene con requiebros, lo que dispara el morbo sobre el show. Ya se sabe, en la era de la viralidad un polémico spoiler, que surge inesperadamente en el momento exacto, puede generar ese volumen conversación social que, al final, para la cadena, se traduce en promoción gratuita.

A 'La isla de las tentaciones 3' no le ha venido nada mal el drama de las imágenes íntimas que han empezado a rular por los indiscretos lugares de las redes sociales. Imágenes que ni siquiera se verán en el formato. Ni falta que hace, pues sus creadores comprenden que la fuerza de este docushow está más en la especulación que surge de la insinuación y, sobre todo, en la reacción final del que sufre la infidelidad. 

Porque lo que más engancha del programa es asistir a qué cara va a poner y cómo va a reaccionar el otro cuando se entere de que le han sido infiel. Por eso, este reality es el cotilleo por antonomasia de patio de vecinos. No basta con enterarte del nombre del que han puesto los cuernos, lo jugoso está en sentir que eres testigo de la forma en la que la otra persona se entera. Y cómo actuará ante la decepción. 

Como consecuencia, conocer de antemano que la infidelidad está grabada engrandece el gancho de 'La Isla'. Si el 'espectáculo' se estrenara con la certeza de que nadie se ha liado con nadie: el programa no interesaría nada. De ahí que mejor que desde el primer minuto el espectador intuya que, en efecto, va a pasar... En este sentido, el programa es hábil para proponer a su público un carrusel de impactos sensitivos. La edición del espacio está creada para no dar tregua. La historia se narra a través de un ir y venir de temazos musicales que crean el clima de fiesta imparable. Un mix de canciones entremezcladas con tanto ímpetu que hasta animan al propio espectador a levantarse del sofá y ponerse a bailar. Perfecto para meses de restricciones en donde no se puede bailar en discoteca. 

'La isla' tal vez representa lo mejor y lo peor de la discoteca. Una fiesta constante de la evasión. Con mucho alcohol, por cierto. Están todo el rato celebrando. Viejo truco de la tele-realidad para que los cuerpos se relajen y sucedan cosas. En este caso, la alegría da paso a lo carnal. Sin remedio. Toda la escenografía y el casting de participantes está elegidos y hilvanados para intentar el giro dramático que deje a su público potencial boquiabierto. Un público que asiste a este show como un férvido adolescente descubriendo las incoherencias del por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo.

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