OPINION

La fobia de las grandes audiencias a los programas de entretenimiento enlatados

cristina_pedroche_en_pekin_express
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Es un hecho. En España, las audiencias masivas prefieren el vivo y el directo en los programas de prime time. Los docushows pregrabados y montados encuentran su hueco en canales más pequeños, como Cuatro o La Sexta, pero en la primera división televisiva este tipo de formatos de entretenimiento, que evidencian su post-producción, no consiguen romper los shares a la altura de las expectativas competitivas de las cadenas.

Porque el gran público del prime time de nuestra televisión está acostumbrado a los programas espectáculo con su plató como referencia y su presentador como guía. La primera edición de Supervivientes no funcionó, entre otras cosas, porque no tenía conexiones en directo con la isla. Era un formato enlatado.

Incluso cuando los programas espectáculos son grabados se realizan en 'falso directo', como Tu cara me suena o las audiciones ciegas y las batallas de La Voz. Es decir, se intentan rodar lo máximo posible del tirón. Para no evidenciar cortes. Para no restar la sensación de acontecimiento imprevisible. Y es que en lo imprevisible está la clave del éxito del entretenimiento en prime time.

En este sentido, MasterChef ha roto parte de ese estigma de la audiencia que repele los programas que evidencian que son grabados, no siempre cuentan con plató y están editados sin piedad. Sin embargo, el gastro talent optó por añadir una presentadora para dar más contexto de 'gala' televisiva al uso. España lo necesitaba. El programa, no. De hecho, en la mayoría de los países el formato no cuenta con presentadores. Se narra solo, como sucede en Top Chef de Antena 3, aunque ese rol también lo adquiere un protagonista destacado en nuestro país. En este caso, Alberto Chicote.

Las nuevas generaciones disfrutan y viven espacios como Quién quiere casarse con mi hijo o Pesadilla en la cocina. Ya cuentan con otros hábitos de consumo, pegados a las redes sociales. Pero las audiencias más veteranas aún no entienden este género. Necesitan un epicentro que organice el show, en un estudio de televisión que sirva como referencia temporal.

Es el éxito de la televisión en directo, con ese nervioso e inesperado valor añadido que se transmite por la cámara y que logra audiencias masivas. Está pasando, lo estás viendo, no volverá a suceder. En cambio, formatos como Pekín Express (ayer se quedó en un 12.9 por ciento de share y 1.967.000 espectadores) aún no logran amplificar su cuota de pantalla hasta datos que rocen la triunfadora barrera del veinte por ciento de share.

El viaje de Cristina Pedroche está muy editado, está muy grabado. Desprende la sensación de que es una aventura excluyente, sólo apta para los más jóvenes de la casa. Porque, todavía en este tiempo que vivimos, la fórmula televisiva de Pekin Express es más para un canal de las dimensiones de La Sexta que para Antena 3.

@borjateran

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