OPINION

La fuerza de la TV generalista con la que no logra competir Netflix

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez

La televisión generalista sigue siendo esencial para lo extraordinario. El espectador necesita y necesitará esa ventana que conecta sus ojos al mundo en directo. Los datos de consumo televisivo lo corroboran en estos complicados días con la crisis del coronavirus.

A diferencia de las plataformas bajo demanda que no tienen contacto con la actualidad, son las cadenas generalistas de siempre las que han visto como se disparan sus datos de consumo de audiencia. De hecho, los canales lineales son los que están logrando máximos históricos desde que se utiliza el sistema actual de medición por audímetros, implantado en 1992.

Todos los grandes programas suben en número de espectadores. A priori, este efecto puede parecer lógico por el confinamiento al que asiste en sus casas la responsable sociedad española. Pero también vivimos una época tecnológica en la que los consumos 'in streaming' y las redes sociales podrían diluir esa asistencia masiva a la televisión tradicional. En cambio, este escenario no se está produciendo: porque son medios de difusión complementarios.

Mientras que Netflix es un videoclub online, la televisión clásica es la que acompaña al espectador ya que continúa con los pies pegados a la realidad diaria. Ya sea en información o en entretenimiento, la programación se estructura en el compromiso del interés ciudadano. Y, ahora, la audiencia quiere evadirse pero, a la vez, está atenta al devenir de los acontecimientos. Necesita conocer la evolución de la situación y la televisión  tradicional es la que está ahí pegada al día a día. Incluso moviendo o reinventando con rapidez de reflejos sus programas emblemáticos para adaptarlos a la responsabilidad que demanda su sociedad.

La televisión convencional sigue siendo el centro de los hogares. Las nuevas plataformas están más implicadas en la evasión intemporal, pero en este momento el público no puede desconectar de todo. Y la televisión mantiene su flexibilidad para ser versátil vínculo directo y en directo que retrata lo que nos afecta. También a las audiencias más jóvenes.

Porque es falso que los jóvenes no vean la televisión de siempre. Las nuevas generaciones hacen el ejercicio opuesto que sus padres. Si las audiencias veteranas han realizado el viaje hacia los consumos 'a la carta', los nativos digitales se van incorporando a la TV tradicional como enlace a los acontecimientos que nos movilizan. El pasado fin de semana, por ejemplo, los públicos de 13 a 24 años aumentaron en 66 minutos su visionado televisivo con respecto a la semana anterior. Aún más creció la franja de 25 a 34 años, con más de 87 minutos que el fin de semana anterior.

Las redes sociales sirven como válvula de escape, pero la televisión tradicional se mantiene como el referente. La consultora Villafañe & Asociados ha difundido un informe estos días en el que revela que la televisión sigue siendo la principal fuente de información para el 95% de los encuestados, seguida de los periódicos online (64%) y la radio (61%). Una percepción que los políticos nunca han dejado de saber y, por eso, colocan sus mensajes cruciales cerca del horario de los Telediarios.

El 46% de los encuestados consideran a la televisión la fuente más creíble de información. Las redes sociales, por su parte, se colocan en la última posición de credibilidad. Sólo son considerados como fuentes creíbles por un 3% de los encuestados. No es un porcentaje baladí, los usuarios van interiorizando que en las redes hay un caudal de bulos e "información" tóxica. El periodismo tiene el deber de filtrar esa información y, para este cometido, la televisión tradicional persiste como el medio con más influencia y credibilidad sobre la sociedad. Es el más masivo. Es el más transversal por tramos de edad. Es al que más responsabilidades se le demandan. Su función no la cumple aún ningún otro dispositivo visual: ser las gafas que enfocan, en tiempo real, lo que acontece en el mundo, nuestro mundo.

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