OPINION

La Gala Drag de Las Palmas, un ridículo de la marca España a través de la TV

Drag La Tullida, ganadora de la gala Drag 2018
Drag La Tullida, ganadora de la gala Drag 2018
Drag La Tullida, ganadora de la gala Drag 2018
Drag La Tullida ha ganado la última Gala Drag con un particular homenaje a 'Eurovisión'.

La Gala Drag Queen de Las Palmas de Gran Canaria ha revolucionado el Carnaval. Un original formato que empezó en 1998 y que se ha convertido en una de las citas más importantes del Carnaval canario por las imprevisibles puestas en escenas de unos drags que compiten por sorprender al espectador. Lo hacen intentando el más difícil todavía en sus coreografías.

Coreografías que combinan baile, playback, mucha excentricidad y cierta dosis de crítica social. De hecho, cada número de la gala Drag propone un relato escénico: con un comienzo, un nudo, un desenlace e incluso un buen giro dramático. A veces, demasiado dramático.

En un tiempo en el que internacionalmente causa furor un reality entre drags, RuPaul's Drag Race, la Gala Drag podría profesionalizarse y alzarse como un gran reclamo anual que sirva de carta de presentación de Canarias y España al mundo gracias a su emisión televisiva. Una especie de alternativo Eurovisión... de drags. De hecho, comparte con el eurofestival una misma mezcla de elementos para el éxito: espectaculares números musicales, que pretenden transgresión y que buscan narrar una efectista historia en escena.

Sin embargo, la Gala Drag de Las Palmas aún no se puede consumir con gusto por televisión. Se emite, sí (este año por la TV Canaria y Nova). Pero su realización televisiva es un despropósito. Es más, va en contra de las propias actuaciones de los drags, lo que convierte la gala en una producción incómoda de ver.

La realización de cámaras es improvisada, algunos encuadres tiemblan y se abusa de planos generales para disimular el caos, ya que la imagen no va al compás del relato que propone cada artista. Al contrario, en la mayoría de los casos, la imagen complica el visionado por parte de un espectador que no puede seguir bien lo que ocurre en el gran escenario.

Da la sensación que la Gala Drag no se planifica previamente para ser vista por la televisión. El realizador debe tener información de lo que va a suceder en escena y debe diseñar la coreografía de cámaras en los ensayos. Es la manera de que la televisión vaya de la mano del relato que propone el drag y, como consecuencia, para que el espectador disfrute. Ahora, en cambio, el televidente siente que se está perdiendo lo que se interpreta. Un requisito básico en TV que, sin embargo,  aún no cumple la Gala Drag, que este año ha producido la Televisión Canaria.

Se trata, por tanto, de una oportunidad perdida. Los Carnavales de Las Palmas cuentan con la pionera y más reputada Gala Drag, pero la emisión televisiva no hace justicia al trabajo que hay detrás, dando una imagen internacional cutre de la televisión en España. Porque es por la televisión donde consume este evento la mayor parte del público.

Un error que hay que remediar. ¿Cómo? Redefiniendo el show. Para empezar, modernizando desfasadas ataduras institucionales de la vieja ceremonia municipal de carnaval (presentaciones eternas a compromisos, patrocinadores y amigos de la organización), abriendo el concurso a la presencia drag internacional y, sobre todo, incorporando una buena estructura de programa de prime time, con presentadores que no se queden atados a largos textos protocolarios que leen espesos, mientras pierden su vista en viejos tarjetones. Al final, los mejores maestros de ceremonia son los que ironizan y disfrutan sin complejos del delirio escénico que presentan y presencian.

En este sentido, ya han dado una lección presentadores como Yolanda Ramos, Arturo Valls, Anabel Alonso o La Terremoto de Alcorcón, que junto con el desparpajo y capacidad de improvisación de la actriz canaria Yanely Hernández,  han destacado en estos quehaceres.

Porque la materia prima más importante ya la tiene la Gala Drag: un desenfadado desfile de complejas actuaciones que, con mayor o menor acierto, intentan sorprender con relatos bien definidos. El problema es que la televisión no cuenta nada bien ese relato que sí proponen los participantes. Como consecuencia, este show no se convierte en el Eurovisión Drag que ya debería ser, lo que supondría un atractivo reclamo de inyección turística para la marca España.

La Gala Drag suspende por culpa del fatal envoltorio televisivo y, lo que es peor, proyecta una imagen de España como un país de baja cultura audiovisual. Y eso no se puede permitir a estas alturas de la historia.

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