OPINION

La investidura 'Deluxe': tres parecidos razonables con 'Sálvame'

Arrimadas, currículum
Arrimadas, currículum

La crispación que se está proyectando en el debate de investidura en el Congreso de los Diputados es un fracaso de nuestra política que no representa a su sociedad. La ciudadanía no va por la calle abucheando, insultando o dando la espalda a los que no piensan igual. Al contrario, en lo cotidiano, la ciudadanía busca puntos de encuentro. La sobreactuada teatralización a la que ha derivado el hemiciclo en el intento de ganar eso que llaman 'el relato' mediático se asemeja cada vez más a las dinámicas de determinados programas de televisión, de tinte sensacionalista, que logran movilizar la atención del espectador a través de la indignación frentista. Porque el hemiciclo no se asemeja a un patio de colegio -con la ingenuidad de la hora del recreo- como a veces se critica, a ratos evoca más al plató de 'Sálvame'. Lo provocan tres motivos principales:

1. Atentos a la cámara (de televisión)

Los diputados han aprendido a controlar cuando están pinchados en cámara. Piensan más en la repercusión fuera que en su cometido dentro. Hasta evidencian cómo miran de reojo a la pantalla para asegurarse que están siendo grabados en directo. Es lícito, intentan aprovechar la realización televisiva del Congreso para desacreditar al rival con su expresividad corporal o con golpes de efecto. Al igual que hace 'Sálvame' inventándose un gag para impulsar la polémica del día, descolocar a un colaborador y retener la curiosidad del público.

Un ejemplo es cuando Belén Esteban abandona el plató de Telecinco porque no quiere escuchar a un compañero. Entonces, el programa crea un acontecimiento de tal desdén, manteniendo su rostro de reacción en emisión aunque esté caminando por el pasillo. En el Congreso, Abascal ha utilizado una táctica similar. Se marcha cuando es el turno de Bildu y se cuelgan fotos de la escena en Twitter para que el gesto quede bien sellado y recalcado en la retina social. No está, pero está. 

El problema es que el Congreso no es un show de variedades, es el órgano constitucional que representa al pueblo español y requiere política de altura. El abuso de determinadas prácticas propicia la percepción contraria a la que aspiran: alcanzan esa codiciada visibilidad cortoplacista digna de prestidigitador pero, a la vez, proyectan desesperación por llamar la atención. Así hemos visto atrezo que ha logrado el foco mediático, como el currículum de Lastra que mostró Arrimadas o como el libro de Ortega Smith, que sacó para pasar el rato durante el discurso de Sánchez. En la solemnidad que merece el Congreso, este tipo de acciones escénicas son un contraproducente efecto boomerang, ya que terminan ridiculizando al propio que las ejecuta. 

La teatralidad es un elemento más en política pero es fallida si no cuenta con al menos un ápice de ingenio sensato y sólo esconde una simplista y hueca falta de respeto a los rivales. Esta superficialidad devalúa el Congreso, epicentro que representa la soberanía nacional y en el que se debe primar el respeto al adversario que, también, ha sido elegido con los votos de los ciudadanos. 

2. La simplificación 

Pero, en la era de los 'memes' y una malentendida influencia sumando 'retuits', en el hemiciclo se va instaurando una extraña simplificación de la realidad. Como en 'Sálvame', algunos intentan enterrar los contextos y se reducen los discursos a proclamas fáciles, sin trasfondo real con propuestas para que el país avance. Así se desvaloriza la argumentación que define la frontera entre verdad y mentira. Se prioriza la aireada emoción que nubla la razón crítica y, como consecuencia directa, se marca la agenda del debate con  términos altamente elementales que se resumen en malos y buenos, traidores y patriotas, incluso terroristas y españoles

Las complejidades que componen lo relevante de la política real son engullidas por el titular simplón que es sencillo de entender por la tele (y las redes sociales). Aunque estés haciendo otra cosa. Y que la realidad contrastada no estropee un buen dardo: los prejuicios, bulos y clichés se conducen como verdades absolutas con un tono de encendida intensidad melodramática y apocalíptica que también es muy habitual en el 'Deluxe' porque, de esta manera, se mantiene al espectador despierto y la cuota de pantalla no desciende. Pero en el hemiciclo no hay que tener al espectador despierto. No es un programa de televisión en busca de audiencia. Aunque, por momentos, lo haya parecido estos días.

3. Conectados al teléfono móvil

Y muchos de los diputados atentos al móvil. No lo disimulan. También sucede en 'Sálvame', uno de los primeros programas en naturalizar el teléfono en emisión. Ya no hay que apagar los teléfonos en la tele, pues son una identificable fuente de contacto con lo que sucede en el exterior. También en el Congreso, que no es un colegio. En la Cámara Baja, la utilización del móvil es lógica. Y es que los smartphones se han convertido en una herramienta de trabajo más. Permiten estar conectado con los compañeros del partido y asesores, estar en contacto con la conversación social a través de las redes y, asimismo, posibilita tener acceso a fuentes de información en tiempo real, facilitando la necesidad de contrastar al instante lo que se proclama.

Con tanta información no contrastada, que se intenta colar incluso desde la tribuna del Congreso, quizá alguien pensará que sólo falta situar un polígrafo junto a las taquígrafas. Pero son los políticos los que deben estar bien al quite para desmentir en sus réplicas las desinformación que se esparce sin demasiados escrúpulos desde el hemiciclo. También sucede en 'Sálvame', sí, pero con una diferencia: 'Sálvame', en sus múltiples versiones, sólo es un show de televisión en el que, encima, saben tomárselo con más humor. Detalle que es un síntoma de inteligencia. Porque es un programa hecho con mucha inteligencia. Entienden que no están en el Congreso, simplemente están produciendo una telenovela en vivo y en directo.

En una era en la que la excitación con la que se consume la información parece aplastar la argumentación y donde el márketing viral toma el poder, la responsabilidad de los políticos debe estar a la altura de una sociedad que, en el día a día, no enfrenta e intenta prosperar desde el diálogo. Que nadie altere eso.

Borja Terán.

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