OPINION

'La isla de las tentaciones': claves del éxito televisivo que apela a nuestros instintos más básicos

Mónica Naranjo, 'La isla de las tentaciones'
Mónica Naranjo, 'La isla de las tentaciones'

El dato de audiencia de 'La isla de las tentaciones' en la franja de audiencia entre los 13 y 24 años es aplastante. Un 52,6 por ciento de jóvenes estaba viendo el reality de romper parejas de Mediaset. Todo un fenómenos social que se ha ido contagiando entre los más adolescentes, consiguiendo el logro clásico de la televisión tradicional: si no lo ves en directo, no tienes nada que comentar en tu círculo. Y ahora los círculos ya no sólo son los amigos y las familias, también se expanden por la intensidad de las redes sociales.

Los jóvenes vuelven a la televisión tradicional cuando conectan con un acontecimiento. Y 'La isla de las tentaciones' ha dado con las teclas para atrapar al público. Más aún a los que viven en la edad del pavo y están descubriendo los estragos del amor. Aunque estos (des)amores ocurran en un resort con gente mayor y de postal de discoteca choni que no les representa. O sí, porque igual quieren convertirse en Susana, Álex, Fiama, Adelina... O en Fani, Gonzalo o Andrea, que esto sería más preocupante.

La productora Cuarzo ha atinado con un guion redondo y un montaje posterior del contenido grabado muy bien estructurado para no dar tregua al espectador en los sucesivos programas. Cada trama se ha planificado con un suspense que ha ido favoreciendo el enganche progresivo de la audiencia, con la habilidad de mezclar elementos que funcionan y funcionarán siempre en la televisión, porque apelan a los instintos más básicos del público: un cóctel de crueldad, intimidad espiada sin medias tintas, cotilleo, vergüenza ajena, giros inesperados como en la mejor serie y desamor identificable. Así, todo junto y sin sutilezas. Porque 'La isla de las tentaciones' no se ha cortado a la hora de dar al público lo que quiere ver: si tu novia te ha sido infiel, verás las imágenes sin filtros. Y luego las verás también delante de ella. Ellos no pueden dejar de mirar aunque sea por el rabillo del ojo. ¿Cómo no va a mirar también el espectador?

Y encima ha tenido mucha apariencia de verdad, porque todo lo que ocurre, en gran medida habrá sido verdad. Eso lo han conseguido con la destreza del mejor reality, que enreda bien sus tramas y sus desenlaces. Porque también es importante cuidar el final. Aquí, hasta los desenlaces han sido perfectos por su variedad. Ha habido para todos. Una pareja rota donde ella se va con el soltero. Una pareja rota donde ella, la infiel, se quiere ir con el soltero y este la planta para regocijo de la audiencia que empatiza con el ex. Una pareja en la que se van juntos de la isla pero con dudas. Una pareja que rompe pero todos entendemos que ella lo haga por las faltas de respeto de él. Y la gran pareja feliz que se pide matrimonio como colofón romántico y con beso como apoteosis que reconforta tras la orgía de toxicidades.

Además, 'La isla de las tentaciones' ha tenido el aliciente de ser una primera edición de un reality que no ha sido visto antes con este modus operandi en España. Ha sido aire fresco tras tanto 'GH' y 'Supervivientes' ya manoseados. Ha sorprendido también por eso: porque el público se ha encontrado un programa con normas nuevas, rituales diferentes (las hogueras, las expulsiones de solteros, la hoguera de confrontación...) y con concursantes que sí que parecían no saber muy bien a qué se enfrentaban más allá del dilema claro y rotundo: ¿serías infiel a tu pareja? Mientras, el espectador, más joven o más adulto, ha podido ponerse en la piel de los concursantes y preguntarse '¿qué haría yo en una situación así?' y sentirse, por tanto, superior a quienes han cometido errores a lo largo de esta primera edición del reality.

No ha sido 'GH' ni ha lucido como 'GH'. Y los concursantes, al estar siendo grabados pero sin saber ni cuándo ni cómo se montaría y se emitiría el programa, se han podido sentir verdaderamente descolocados al no conocer las tripas reales de un formato que ha jugado con sus maneras de dejarse llevar con astuta precisión, dibujando personajes y cliffhangers, dosificando con ingenio la información, introduciendo canciones indies para desengrasar y sugestionar al público y todo en un entorno paradisiaco que entra por los ojos. Porque ya estamos cansados de los realities claustrofóbicos.

Mención aparte para Mónica Naranjo, que ha estado muy bien dirigida para que hablara más con su comunicación no verbal que con los obvios y ya más manidos aires de diva de siempre. Ella ha sido el contraplano de reacción perfecto para dar rotundidad cómplice a todo lo que pasaba al otro lado, porque sus silencios han permitido que, en las casas y los sofás, el público pudiera reír o gritar delante del televisor ante tanto delirio.

Habrá que comprobar cómo maneja Mediaset el futuro de 'La isla de las tentaciones' para conservar este prometedor arranque. ¿Ediciones VIP? ¿Con más directo? Lo que está claro es que las siguientes ediciones se compararán con esta y su 'autenticidad'. Se abre la veda para que los siguientes concursantes sean comparados con Fani y compañía y se les acuse de viajar a la isla más resabiados y con ganas de forzar sus tentaciones. Todo por la fama. Aunque el éxito para que siga triunfando y para que el reality mantenga su auge estará en que el casting atesore parejas con historias con un desarrollo imprevisible. Incluso para desmontar los clichés de la tele de culebrón que representa este show rompe corazones.

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